También ha trascendido que la puja en la Corte Suprema de Justicia para nombrar a su presidente, Augusto Ibáñez, tuvo de telón de fondo el manejo que le darán los 23 magistrados a la terna que les presente el presidente Álvaro Uribe, de donde saldrá el elegido para reemplazar a Mario Iguarán que sale de su cargo el próximo 30 de de junio. En los edificios que rodean la Plaza de Bolívar no se habla de otra cosa. Se barajan nombres y las expectativas de los aspirantes suben y bajan todos los días.

El cargo de Fiscal General siempre ha sido muy difícil, pero esta vez, quien lidere la acción penal investigativa del país tiene en sus manos una coyuntura candente. Si Iguarán no lo alcanza a resolver, tendrá que definir si acusa y con qué cargos a Mario Uribe, el gran aliado político por el que el Presidente ha batallado duramente desde que la justicia le abrió investigación por posibles vínculos con el paramilitarismo. También definirá los cargos de la ‘Yidis-política’ contra dos ministros y espadachines de Uribe. Y los del DAS-gate, que involucra a otros varios miembros del primer círculo presidencial.

Por eso la preocupación en la Casa de Nariño por quién será el nuevo Fiscal. Más aún en una Presidencia que se ha vuelto particularmente paranoica. Son pocos en el Palacio que no están convencidos de que tienen enemigos políticos resueltos a perseguirlos. Por eso no es de extrañarse que si el Presidente consigue que la Corte escoja un Fiscal que le dé tranquilidad, y confianza en que no usará su cargo para perseguir a sus colaboradores y aliados políticos, tome la decisión que está contemplando seriamente de no presentarse a la reelección en 2010.

Uribe se siente orgulloso de ser un demócrata (más allá de que algunos coincidan y otros no crean que lo es). Según lo ha reiterado en sus discursos recientes, está convencido de que bajo su gobierno se han fortalecido las instituciones democráticas y que los opositores han podido disentir y criticarlo a sus anchas. Es fácil deducir que no quisiera que su legado fuera como el de tantos caudillos latinoamericanos que se enamoraron del poder y pasaron a la historia como autócratas.

Es un político demasiado hábil para no saber que esto es lo que le están diciendo a gritos los editorialistas de medio mundo, incluido el poderoso Washington Post, sus seguidores más lúcidos, y hasta pensadores ajenos al sainete nacional, como el escritor Mario Vargas Llosa.

Entonces ¿por qué Uribe y todo su equipo han empeñado buena parte de su gobernabilidad y de su capital político para sacar adelante el tortuoso referendo reeleccionista? ¿Qué sentido tendría causar semejante terremoto institucional si Uribe realmente no quiere repetir en 2010?

Se justifica como una manera de comprar tiempo hasta no saber quién será el nuevo Fiscal General. Se ha echado a media justicia en contra por la torpeza de las chuzadas y los seguimientos. Y, con el sentimiento imperante en la Casa de Nariño de que su equipo es víctima de un complot de múltiples caras, no es raro que el Presidente haya reconsiderado su decisión de no correr por una tercera vez (que quizás tenía más clara al inicio de este segundo mandato) y haya resuelto dejarse la puerta abierta al 2010 en caso de fallar. En otras palabras, la hecatombe del día sería un Fiscal que no lo deje dormir tranquilo.

¿Quienes suenan para integrar la terna, cuando a la Presidencia apenas le quedan días para presentarla? Está de primero Camilo Ospina, el ex embajador ante la OEA que se lució con la defensa de la incursión de las fuerzas armadas colombianas en Ecuador. Ospina tuvo un corto paso por el ministerio de Defensa, pero que no dejó de ser polémico.

De segundo suena el político risaraldense Rodrigo Rivera, articulado senador liberal cuya juventud disimula su larga trayectoria en el Congreso. En los últimos meses, luego de un sabático académico, Rivera se ha acercado al Presidente al punto de que los liberales ya no lo ven entre los suyos, y su talante ideológico se ha tornado tan azul que ya casi entona con el ala más conservadora del uribismo, que es decir mucho.

El tercero en la lista, luego de que se ha sabido que el Presidente lo ha estado buscando, es Rodrigo Noguera, rector conservador de la Universidad Sergio Arboleda, una pequeña y pujante institución académica que ha resultado particularmente influyente en este segundo período de Uribe: su opinión pesó en la escogencia del Procurador y puso a su vicerrector de magistrado de la Corte Constitucional. Sin embargo, dicen quienes conocen a Noguera, que éste no dejará su universidad, y que quizás, proponga otro candidato en su lugar.

También sonando en los medios están tres mujeres: la eficaz Marilú Méndez, actual directora del CTI, con una sólida experiencia en investigación judicial; la ex magistrada de la Corte Constitucional, Clara Inés Vargas, cuyas últimas ponencias fueron muy juiciosas; y Leonor Perdomo, ex magistrada del Consejo Superior de la Judicatura, cuyos fallos de tutela mantuvieron al ex director del DAS, Jorge Noguera por fuera de la cárcel por un buen rato.

Hay otros nombres que ruedan por ahí… los ex magistrados Eduardo Montealegre y Jaime Córdova, quizás demasiado independientes para lo que el gobierno está buscando; los curtidos y controvertidos litigantes, Jaime Lombana, que ha defendido a figuras clave del uribismo en varios pleitos, y Jaime Granados, conocedor del sistema acusatorio, y defensor de varios implicados en la parapolítica.

El Presidente siempre ha sabido sorprender a los especuladores y terminar postulando a alguien que nadie tenía en sus cuentas. Lo que sí se puede adivinar desde ya es que los tres nombres que ponga en esa lista deben ser lo suficientemente leales a él para que de ahí no salga el futuro inquisidor que teme, pero lo suficientemente idóneos para que la Corte no innove en jurisprudencia y le devuelva la terna, algo que hasta ahora nunca ha ocurrido.

Si la jugada del nombramiento del Fiscal le sale mal, con seguridad, y quizás contra su instinto de auto-conservación, el Presidente y su equipo prenderán motores en su máxima potencia para sacar el referendo reeleccionista adelante.

Si finalmente el presidente Uribe logra su cometido, y consigue que 18 de los 23 magistrados escojan a un Fiscal General que le de confianza podrá anunciarle al país con tranquilidad que se irá a su casa el 7 de agosto de 2010, a gozar de un merecido retiro. Desde allí podrá preservar el enorme legado de haber sido el Presidente que salvó al país de las garras de las guerrillas y frenó la matazón de civiles a manos de los paramilitares. Y podrá manejar, como casi todos sus antecesores, la política nacional tras bambalinas, sólo que con mucho más poder que todos ellos juntos.

Semana / 29 de mayo de 2009