Es joven, es antioqueña, es inteligente, es linda, es apasionada, es ‘workholica’, es exigente, es testaruda, es buena lectora, es soltera, es dueña de una personalidad arrolladora, es estudiosa, es decidida y moderna.

Tiene una voluntad a prueba de bala y la decisión irrevocable de dedicarle su vida a una profesión que la enamora. Es la directora del Instituto Colombiano de Medicina Legal, entidad que por primera vez en sus 114 años de existencia (es una de las más antiguas del país) obedece órdenes de una mujer.

Medicina Legal era tal vez el último bastión masculino que, junto con el legendario Bar del Jockey Club de Bogotá, resistía el imparable turbión femenino que se tomó universidades y cargos en las últimas décadas. Su nombramiento fue aplaudido por Tirios y Troyanos porque fue en estricta meritocracia. Luz Janeth Forero ha trabajado allí durante 16 años y conoce los entresijos no sólo del instituto, sino de las disciplinas forenses, de los diversos tipos de crímenes violentos en que son duchos los colombianos, de las patologías, de las miles y miles de necropsias que coronan de vergüenza todas las formas del delito en este país, que parece haber agotado sus lágrimas frente a tanta crueldad, a tanta saña y dolor. Interesante resulta descubrir la importancia de Medicina Legal, un ente que con sólo 1.800 funcionarios especializados se enfrenta no sólo a la muerte (8%) sino a otras tareas gigantescas que, por momentos, parecieran desbordar su ámbito, posibilidades y presupuesto.

¿Qué es la Medicina Forense? ¿Es usted un ‘Quincy’ con faldas?

La Medicina Forense es una ciencia que abarca conocimiento, investigación, capacidad de observación, de hacer inferencias y de plantear hipótesis frente a evidencias o hallazgos en un cuerpo. Todo con el objeto de dar un dictamen sobre cuándo y de qué manera murió esa persona.

¿Por qué son tan escasos los médicos forenses?

Causa sorpresa que uno elija esto. “¿Tú, excelente estudiante de medicina, dedicada a los muertos?” me preguntaban hasta mis papás. La respuesta es que los misterios de la vida sólo se pueden descifrar si se entiende la muerte.

¿Los forenses hacen investigación adicional, aparte de los cuerpos?

Medicina Legal hace más de treinta y tres mil necropsias al año por muertes violentas; sería imposible tener un equipo de médicos que después de practicarlas, fueran a la escena a buscar evidencias. Los médicos forenses nos entrenamos en observar, describir y analizar las distintas lesiones que dejan en el cuerpo los hechos violentos.

¿La Medicina forense sólo se ocupa de los muertos?

No. Esta ciencia tiene dos ramas: la patología forense que tiene la misión de establecer la causa, la manera y los mecanismos de muerte. La otra se dedica a la valoración de personas vivas, de lesionados por violencia intrafamiliar, callejera o violencia común, violencia sexual y en general todo tipo de violencia física.

¿Todo caso que llega a Medicina Legal es producto de la violencia?

Sí, porque la investigación médico-legal en Colombia, por ley, se aplica a las muertes violentas, por homicidios, suicidios, accidentes o eventos de tránsito, otro tipo de muertes accidentales, y una categoría que llamamos ‘muerte violenta indeterminada’: sabemos que fue violenta por la evidencia en el cuerpo de la víctima, pero no sabemos si ocurrió porque la asesinaron, porque cometió suicidio, o se mató accidentalmente.

¿Qué porcentaje de ‘muertes naturales’ se judicializan y por qué?

Aproximadamente un 8%, porque no hubo un profesional de la salud que certificara esa muerte, o porque hay algo que permite dudar de que se trata de muerte natural.

¿La tasa colombiana de homicidios sigue siendo la más alta en América Latina?

En la década de los 90 nuestra tasa era de las más altas. Ni siquiera países en conflicto abierto ostentaban tasas de homicidio como las nuestras. Hoy, la tasa más alta de Suramérica es la de Venezuela.

¿Estamos en un país en guerra, a pesar de quienes se niegan a admitirlo?

Me es difícil categorizar eso, porque corresponde más al orden socio-político pero desde luego nuestras cifras son alarmantes. La tasa de homicidio en el mundo está alrededor de 8 por cada cien mil habitantes y en Colombia es de 36. Hablamos de más de cuatro veces la tasa mundial. En América Latina, uno de los continentes más violentos del mundo, sólo Chile tiene tasas relativamente bajas, de un solo dígito.

¿Qué tanto influye el conflicto en esa aterradora escalada de violencia?

Aquí creemos que todas las muertes violentas se derivan de una situación de guerra, pero nosotros hemos demostrado que sólo un 8 a 10% del homicidio en Colombia proviene de acciones de guerra. Nos queda un 90% de otros tipos de muertes, por intolerancia, por conflictos económicos, por atracos; o las muertes pasionales por violencia de género o de pareja.

¿Hay algo en la psiquis del colombiano que motive esa proliferación de conductas violentas?

Más que en la psiquis, yo diría que hay algo en nuestra cultura que no hemos podido romper y ese algo es la legitimación de la violencia. Nuestra cultura permite una violencia que está en la base de todo. Usted ve y oye comentarios como: “sí, lo mataron, pero no sería por bueno”, “allí no hay bala perdida”, “por algo sería”, y así sucesivamente. Mientras esa forma de justificación de la violencia esté inmersa en nuestra cultura, no habrá forma de salir de ese círculo.

¿Las mujeres maltratadas que no denuncian, se encargan de perpetuar el abuso?

Claro que sí, y muchas de las que denuncian también. Cuando yo atendía directamente víctimas de violencia, me angustiaba ver llegar a mujeres totalmente masacradas, golpeadas horriblemente de pies a cabeza, a base de puños y patadas o con objetos contundentes. Después de contar una historia repetitiva de diez o quince años, de haber sido evaluadas e informadas de sus derechos, de pedirles que pelearan y que persistieran en las denuncias, regresaban arrepentidas y pidiendo que no se les pusiera incapacidad médico-legal a sus lesiones, porque los maridos irían a la cárcel y ellas los necesitaban para su sustento económico.

¿Ignorancia, miedo, masoquismo?

No se trata de dependencia económica sino sicológica, adquirida después de tanto tiempo de sumisión y de aceptación del maltrato, porque la legitimación de la violencia hace que la veamos como un hecho natural.

¿Qué incidencia ha tenido en el trabajo de Medicina Legal la aplicación del nuevo Sistema Penal Acusatorio?

Le impuso unas exigencias enormes a la institucionalidad y específicamente a Medicina Legal, porque si nosotros somos el soporte técnico científico para la administración de justicia, es decir, somos quienes aportamos las pruebas para que la autoridad judicial tome decisiones en la investigación de los casos, el sistema crece dejando muy pequeñito al Instituto. Medicina Legal en este momento tiene 1.800 funcionarios. Cuando empezó el sistema acusatorio teníamos mil trescientos cincuenta. Hoy la demanda es muy alta y no tenemos la capacidad de respuesta adecuada, a pesar de que hacemos grandes esfuerzos y de que nuestros funcionarios tienen un gran compromiso. En los últimos cinco años hemos incorporado 450 funcionarios nuevos entre médicos, balísticos, sicólogos, siquiatras, bacteriólogos, antropólogos. Sin embargo, todavía no estamos a la altura de la demanda.

¿Qué tan alta es la tasa de suicido en Colombia?

El suicidio es una de las principales causas de muerte en el mundo y es un problema grave de salud pública. Colombia tiene una tasa media de alrededor de cinco por cien mil habitantes, mientras países como los de la antigua Unión Soviética o los Países Bajos, tienen tasas de suicidio de 25 a 30 por cada cien mil habitantes.

¿Hay más incidencia en los jóvenes?

El suicido es un problema grave de nuestra población joven, la mayoría hombres en edad económicamente activa. Paradójicamente, el suicidio es prevenible. Se ha descubierto que la mayoría de los suicidas dan signos de riesgo, hablan, dan señales de alarma que su entorno social debe detectar. A eso habría que sumarle campañas masivas de prevención, desarrollar programas de salud mental, de uso del tiempo libre, de ayuda a construir proyectos de vida y a generar lazos sociales.

Tiene usted una publicación muy interesante sobre la relación entre suicidio, alcohol y otras sustancias sicoactivas…

Una característica de las personas que se suicidan es la depresión, muy común en una “cultura alcohólica” como la nuestra. Eso hace que la gente ingiera licor o consuma sustancias sicoactivas para desinhibirse, con el resultado de que a la postre también producen depresión, o sea que se crea un círculo vicioso. Por otra parte, este tipo de sustancias pueden darle valor a la gente cuando toman la decisión de suicidarse. Al suicidio no se le puede buscar un solo motivo porque es que es uno de los actos más multi-causales que existen.

¿Qué enseña el paso por Medicina Legal?

Que la muerte es una realidad tan inminente que si los seres humanos lo reconociéramos no viviríamos peleando por todo, generando conflictos y buscando problemas donde no existen, sino que tendríamos una actitud mucho más proactiva frente a la vida. Tendríamos claro que cada día hay que vivirlo al máximo y dando lo mejor de sí porque, finalmente, en la mesa de necropsia todos somos iguales.

¿Cómo hacer una pedagogía de la denuncia para que no queden impunes tantos delitos de violencia y de abuso sexual en mujeres y niños?

Se ha avanzado pero todavía hay mucho subregistro. Es vital la educación en derechos desde los primeros años. Decirles a las personas que son sujetos de derechos, que tienen que velar porque se le respeten y lograr resarcimiento si se les vulneran. En cuanto a las cifras, es posible que el aumento en el tema de violencia intra-familiar sea objetivo, pero también puede deberse a la visibilización que ha ido consiguiéndose a través de los programas que hay en el país. El delito sexual es de los menos denunciados porque muchos ocurren al interior del grupo familiar. Obviamente eso propicia disfuncionalidad porque no puede ser funcional una familia que admite el abuso de sus niños. Quiero enfatizar eso porque en los delitos sexuales, incluso a nivel mundial, se llega a conocer sólo un 20 a un 30% de los que ocurren al interior de los hogares.

¿Qué explica el aumento de la criminalidad en las grandes ciudades?

En lo últimos años ha faltado mucho el trabajo en seguridad ciudadana. Todos los esfuerzos se han dirigido a una de las causas de la violencia que hay en el país, mientras que otras formas han sido descuidadas. Por ejemplo, en Medellín el año pasado fue dramático porque aumentaron en 110% los casos de homicidio, frente a los del 2008. Algo similar ocurre en Buenaventura y en ciudades de la Costa. Eso demostraría la reorganización de las bandas delictivas y que bajamos la guardia en las ciudades.

¿Por qué es tan alta la impunidad en este país?

Las instituciones que participamos en investigación criminal tenemos que hacer nuestro máximo esfuerzo para detectar todos los indicios que nos puedan ayudar a la detección de un asesino y a establecer las causas de los hechos, porque es de la única manera que podemos reducir la impunidad. Más todavía en un sistema acusatorio como el actual, donde la prueba técnica es la prueba reina para la solución de los casos.

¿Aparte de las más de 33.000 necropsias al año qué otras funciones tiene Medicina Legal?

Tenemos más de 200.000 pacientes al año y realizamos más de 400.000 pruebas de laboratorio, lo cual es muchísimo para una institución que escasamente cuenta con 1.800 funcionarios, de los cuales el 30% son de carácter administrativo.

¿Qué tan avanzados estamos desde el punto de vista tecnológico?

La medicina forense colombiana es modelo para la región en cuanto a análisis, pruebas de validación, tecnologías de análisis de evidencias. La nuestra es una institución muy técnica con un componente científico y de investigación muy fuerte y tecnología de punta. En genética contamos con tecnología robotizada que nos permite procesar tres mil pruebas de filiación de paternidad a la vez. Eso se complementa con el factor humano, o sea el analista que junta todos los elementos del rompecabezas para dar un dictamen. Sólo el 5% de nuestra actividad se relaciona con los muertos. El resto son los vivos, la investigación científica, la docencia a través de la escuela de Medicina Legal, la investigación social en violencia a través del Centro de Referencia Nacional sobre Violencia, más el lobby interinstitucional para que las cifras se entiendan y se tomen medidas de prevención.

A los de Medicina Legal a veces los acusan de ser ‘deshumanizados’.

Eso no corresponde a la realidad. Obviamente tenemos que generar ciertas adaptaciones porque no podemos estar traumatizados y llorando con cada caso, pero no quiere decir que no nos duela lo violencia de este país. Hacemos esfuerzos gigantescos para tener una red de NN y desaparecidos para lo cual día a día entrevistamos a profundidad a miles de personas que vienen a denunciar la desaparición de un ser querido, para llegar a una caracterización, juntarla con nuestra base de datos y buscar dónde encaja.

Son tantas las fosas comunes a lo largo y ancho del país, que es un tema tratado ‘sotto voce”, porque las entidades de investigación pertinentes no dan abasto y no hay presupuesto. ¿Pasarán muchos años antes de que sepamos las cifras reales de los muertos que nos han dejado las últimas etapas de violencia?

En los casos de Justicia y Paz este Instituto tiene un papel protagónico. Creamos una unidad sólo para esos casos, con médicos, antropólogos y laboratorios de genética para descongestionar casos acumulados. En nuestro cronograma, de los que habían llegado a Medicina Legal a mitad de Junio, ya hemos descongestionado más de 500 casos. Acompañamos esto con una estrategia nueva de incorporación de funcionarios en la que mandamos antropólogos a sitios clave del país, junto con el forense médico para hacer la autopsia.

En el caso de Justicia y Paz uno de los grandes logros está en haber logrado un trabajo interinstitucional coordinado con la Fiscalía y con los otros entes de Policía Judicial, para dar salida a la mayor cantidad posible de casos, porque nos duele ver tanta madre esperando que le entreguemos la caja con los restos de su hijo.

Muchos analistas opinan que el proceso de Justicia y Paz es un fracaso…

No estoy de acuerdo. Si la gente entendiera la complejidad que se presenta en la identificación de un cuerpo en avanzado estado de descomposición o en esqueletización, podría medir el enorme esfuerzo humano que hay detrás. Obviamente no podemos resolver los casos de la noche a la mañana pero hay esfuerzos institucionales apostándole a eso y grandes avances.

¿Qué sucede cuando son muy antiguos los restos y no hay mayores evidencias como prendas que den pistas?

Tenemos que ir a la prueba genética, que es de alta complejidad. La hacemos aquí y en Justicia y Paz los tiempos de respuesta son entre 50 y 60 días, realmente cortos para casos que han esperado muchos años. En casos de urgencia logramos sacar pruebas genéticas en dos o tres días.

¿Es cierto que los colombianos son irresponsables como padres y que hay que estar sometiéndolos a pruebas de ADN?

En el último año, en un convenio que tenemos como el ICBF, encargado del tema de la filiación y de estos problemas de irresponsabilidad paterna, hicimos cerca de 9.000 dictámenes para identificar paternidad. Eso se traduce en el procesamiento de alrededor de 25.000 muestras para poder hacer esos análisis. Creo que esa cifra le responde con contundencia.

En pocas palabras

“Si lo que se está viendo de forma permanente es el maltrato y su justificación como algo cotidiano, no puede esperarse que fluya un mejor comportamiento”.

“Una sociedad enferma se refleja en seres que se suicidan porque no tienen esperanza, ni proyectos de vida que los motiven a seguir adelante”.

“No hay escenario en este país, que hable de violencia o de accidentalidad, donde Medicina Legal no sea una invitada a debatir, proponer y asesorar”.

“Yo pienso que si todos tuviéramos la oportunidad de entrar alguna vez en una morgue, nos cambiaría la vida para bien”.