HOY POR hoy las mujeres en nuestro país se han venido ganando un espacio en los diferentes campos y lo han hecho por sus méritos, ya que se vienen preparando para ello. Sin embargo, algunas congresistas pretendieron buscar atajos; la muestra está en el proyecto que presentaron para elevar a rango constitucional la obligatoriedad de incluir en toda las listas de partidos o movimientos políticos un mínimo de 50 por ciento de mujeres en su conformación, tratando así de imponer liderazgos por orden constitucional, contradiciendo con esto la libertad de elección que representa la esencia de la democracia.

El Partido Liberal ha sido pionero en este tema. Basta recordar la historia y revisar cómo en nuestros estatutos se ha dado lugar especial a ellas y a los jóvenes sin que haya mediado ninguna ley que nos obligue. En los directorios, por lo menos el 30 por ciento de sus integrantes debe ser mujeres y fuimos fundamentales para que en la ternas siempre estuviera incluida como mínimo una mujer.

El Congreso debe legislar sin privilegiar a ningún género. Este proyecto que beneficia a las parlamentarias (y que va a su segunda vuelta en la Cámara de Representantes desde marzo) habría implicado que las congresistas se declararan en su momento impedidas, cosa que no se dio. Considero que al limitar la participación en cualquier porcentaje termina siendo discriminatorio con el mismo género que se pretende defender.

Al integrar mis listas nunca he tenido en cuenta el género sino la preparación de los candidatos, y mucho menos he utilizado la milimetría como rasero. Por ejemplo, en las últimas elecciones en Cundinamarca mi grupo político eligió una diputada y lo mismo sucedió en Bogotá. Un gran número de mis concejales son mujeres y, de tener que aplicar la formula mágica, hubiera sido necesario sacrificar varias de ellas.

Esta camisa de fuerza es contraproducente a la hora de conformar listas y hace imposible su aplicación en el día a día; para el caso de Concejos, Asambleas y la Cámara, que en su circunscripción tiene establecido que el número a elegir sea impar, será imposible de cumplir con la norma del 50 por ciento.

Si se tienen que completar las listas para cumplir este requisito, en cambio de fortalecer a los partidos los llevaría a perder escaños al imponer personas sin liderazgo o sin votos, por el tema de cifra repartidora y umbral.

Triste espectáculo nos brindan algunas parlamentarias que ante los medios de comunicación se rasgan las vestiduras manifestando que son las más fuertes defensoras de sus congéneres, pero a la hora de la verdad son éstas quienes con su voto terminan obstaculizando a sus colegas.

En las pasadas elecciones de ternas para la Corte Constitucional o la Judicatura fue fácil comprobar que siendo la bancada femenina de 16 miembros en Senado, no lograron ni siquiera esta cifra las candidatas que participaron, y eso que varios hombres votamos por algunas.

Señoras, no sigan esgrimiendo la teoría de la persecución para lograr espacios, porque lo único que hacen es auto discriminarse y afianzar el machismo.

Hoy está claro en el Congreso, que tiene mayoría masculina, que habrán tantas mujeres en las listas como en cada espacio laboral que se merezcan por capacidad y liderazgo, no limitadas por un porcentaje.
No más normas taquilleras para cautivar incautos, es hora de hacer el seguimiento a muchas leyes que se han aprobado quedando como letra muerta.

En primer lugar sugiero revisar la ley de cuotas, ya que son pocos los mandatarios municipales, departamentales o nacionales que la vienen cumpliendo. Así que sin discriminación y sectarismos, a trabajar de forma real por la inclusión.

El Nuevo Siglo / 26 de enero de 2009