Los gobiernos, temerosos de la acusación de interferencia con la Justicia, no han encontrado la forma de solucionar este problema y volver a la división de poderes, base de la democracia moderna. No pudo Roosevelt en 1935 y no ha podido Uribe ante el desbordamiento de nuestros jueces. Obviamente Castro y Chávez no tienen recato al respecto. Por esto la gran importancia en la escogencia de los jueces, especialmente de aquellos que al juzgar sobre la constitucionalidad de las leyes las interpretan a su amaño. No debemos olvidarnos que fueron las interpretaciones de la magistratura alemana, soportadas en “el sentimiento general del pueblo”, lo que ayudó a Hitler hacerse al poder absoluto. De paso, curioso que Carl Schmitt, soporte jurídico del nazismo, sea hoy inspiración de los propugnadores del “nuevo derecho” y del “activismo jurídico.”
Esta digresión se origina en la minuciosa forma en que el presidente Obama acaba de escoger su nominada a la Corte Suprema, proceso que podría servirnos de ejemplo para la selección de nuestros magistrados.
Obama comenzó el procedimiento inmediatamente después de su elección, antes de posesionarse y sin que existiera en ese momento vacante en la Corte. Quería estar preparado para cuando se produjera y no perder tiempo en la búsqueda. Conformó un grupo de personas experimentadas, no sólo en Derecho Constitucional, sino en la confirmación de magistrados anteriores, para evitar los escollos encontrados y se redactó un plan estratégico, todo en secreto para prevenir interferencias. El perfil de los postulantes era formación académica de primera, amplia e intachable trayectoria judicial, adecuado rasgo “político”, en este caso, mujer y latina, edad, independencia de carácter, diversidad de experiencia. Obama pidió nombres a los miembros del Comité Judicial del Congreso. Para evitar equivocaciones, dos abogados fueron asignados para estudiar los fallos, escritos y discursos de cada candidato. Firmas de abogados analizaron las finanzas de todos ellos, sus historias médicas, su pasado tributario y su moralidad. Luego, el número de postulados se redujo a nueve. Dos altos asesores del Presidente los entrevistaron varias veces e individualmente le entregaron completos memorandos sobre cada aspirante y después de leer estos y algunos redujo la lista a cuatro (todas mujeres), las que fueron entrevistadas personalmente por Obama. Sólo después, él hizo su escogencia. ¿Pasarían nuestros actuales magistrados de las altas Cortes un proceso semejante? La administración de Justicia es una de las grandes fallas de la democracia colombiana y debemos empezar por escoger bien nuestros jueces.