¿Me lo aterriza?

Usted puede sacar a mucha gente del conflicto por una puerta. Pero si no entiende por qué hay gente que sigue entrando por otra, nunca se va a acabar el conflicto. Mi propuesta es cerrar esa puerta de entrada y, una vez que salen por esa otra, lograr que no regresen.

¿Y qué pasa con el tema de la seguridad ciudadana?

Es un problema nuevo, en el sentido de que ha cobrado unas dimensiones que no tenía antes y que toca atender. Así como en la escala rural se logró que todo municipio tuviera presencia de la Policía, en todos los espacios de la ciudad, también. Espacio que dejamos vacío nos lo llena la delincuencia. Y eso nos lleva a una conclusión: hay que multiplicar el número de policías. Es un reclamo en ciudades y municipios.

Usted tiene fama de que le diría sí al despeje de Pradera y Florida para empezar a conversar con las Farc. ¿Esa fama es cierta, o es una calumnia?

No despejaría. Esa fama es parte del interés de quererme desprestigiar y ponerme una marca. Pero le voy a contestar una pregunta más grande. El presidente Uribe dijo que si las Farc cesaban hostilidades por tres meses, él negociaría.

¿Usted también?

Yo no. Creo que esto se tendrá que resolver en algún momento en una negociación. Pero venimos de lo que pasó en el Caguán, donde aprendimos una lección muy poderosa. La mayoría de los colombianos, y yo me incluyo, queríamos de buena fe que el Gobierno hiciera un acuerdo de paz con las Farc. Y las Farc nos engañaron: fueron al Caguán a fortalecerse para tomarse el poder. Eso quedó clarísimo en un reciente libro de Fidel Castro. Y le cerraron la puerta a la palabra negociación, porque esto había arrancado desde hacía tiempo, en el año 82. Ya son 27 años en negociaciones. La lección que llamo poderosa es que nunca se puede uno sentar con una persona que tenga un arma en las manos y todavía no sepa qué va a hacer con ella. Eso ocurrió en el Caguán. Por lo que una condición necesaria para cualquier día en que tenga que haber una negociación es que aquellos con quienes vayamos a negociar tienen que haber tomado la decisión de dejar las armas.

Eso que me está diciendo es lo más contundente y claro que le he oído en esta entrevista. Porque en el pasado las Farc han manifiestado estar dispuestas a hacer negociaciones, pero no a entregar las armas…

No quiere decir que haya que haber dejado efectivamente las armas para poder hablar, sino haber tomado la decisión de dejarlas.

Aaah… Entonces, se puede sentar a conversar con alguien armado, pero si tiene la decisión de desarmarse…

Es una condición, pero no quiere decir que sea suficiente. En el Caguán se sentaron con gente con armas a ver ella qué quería. La próxima vez que se repita el experimento, esa persona con la que se va a conversar tiene que haber tomado la decisión de dejar las armas. Pero le repito que no es suficiente. Para volver a llegar allá no hay un camino claro. Pero esa lección la entendí y la aprendí.

¿Qué tiene pensado para lidiar con el problema de nuestros vecinos, que no nos están ayudando a combatir el siniestro binomio Farc-narcotráfico?

Hay una situación a la que hemos llegado, sobre la cual nos toca entrar a actuar como país. Pero primero debemos tener claro qué queremos hacer.

Yo sí lo tengo claro: acabar con el narcotráfico y la guerrilla…

Sí, claro. Yo quisiera decir: tranquilos, esto se acaba pronto, pero el problema es de tal dimensión, que la mayoría no alcanza a sospecharlo. Nos tomará tiempo resolverlo. Y vamos a necesitar la ayuda de la comunidad internacional.

Si usted fuera el Presidente de Colombia hoy, ¿cómo lograría esa ayuda?

Las entrevistas que en los últimos días tuvimos oportunidad de ver, oír y leer con ambos mandatarios fueron impactantes y dan buena idea de la dimensión del problema que tenemos entre manos.

¿Qué le impactó más?

No quiero ser irrespetuoso con él, pero creo que el presidente Correa tiene rabia. Rabia como individuo. Y hay que entender qué tipo de rabia tiene para saber cómo vamos a enfrentar el problema. Porque, además, esa rabia es creciente.

Él tiene rabia, pero nosotros también, porque toleró que ‘Raúl Reyes’ instalara su campamento en su territorio…

Ya llevamos más de un año con esas relaciones deterioradas y, aunque se ha intentado, no se ha logrado encontrar intermediarios, mediación para resolver el problema. No veo ninguna otra fórmula.

¿Una mediación internacional?

Sí. Colombia tiene que recomponer las relaciones de su entorno.

¿Pero la mediación de quién o de qué país?

Hay que ir resolviendo nuestros problemas, calculando el tamaño de la dificultad con nuestros vecinos, para que no se vengan todos al mismo tiempo, en manada, para ponerlo en términos coloquiales, porque ahí perdemos nosotros. Estamos presentando el examen más grande de la diplomacia de Colombia, creo que en su historia. Aquí la sabiduría radicará en comprender la naturaleza de los conflictos que tenemos, porque no es lo mismo Brasil y Chile, que lo que pasa con Ecuador y Venezuela. Hay que organizar a los vecinos de acuerdo con la dificultad.

El problema explotó con la presencia de los gringos en nuestras bases…

Eso tiene que ver con nuestra soberanía. Y nuestra soberanía no es ni cuestionable ni negociable, como no es la de ningún otro país.

¿Cree que hubo algún error de Colombia en este proceso?

Sí. No se explicó bien. De hecho, a los colombianos aún no se nos ha explicado. Creo en el poder de la razón, acompañado de la explicación. Nos faltó pedagogía. Se cerró Manta y de pronto nos dijeron: aquí vienen tres, no bases gringas sino colombianas, donde van a participar, pero de las tres pasamos a que el Embajador de E.U. anunció que eran cinco, y de ahí a que el general Padilla anunciara que iban a ser siete. Creo que en Colombia la inmensa mayoría todavía no entiende lo que vamos a firmar con E.U.

¿Consideraría en algún momento hacer, lo mismo que el ex presidente Samper? Andaba por Caracas adelantando una especie de diplomacia paralela. Lo mismo que unos del Polo, que fueron a ofrecerle a Chávez la compra de la empresa de teléfonos de Bogotá…

Hay un principio básico que no sé si esté en la ley de esa manera, y es el de que el Presidente es el que conduce las relaciones internacionales. Estamos en un mundo libre y cualquier ciudadano puede ir a Caracas, si quiere. Pero si esa persona tiene relevancia política no debería moverse un centímetro, si no es de la mano del Presidente.

Es muy improbable que la gente del Polo haya ido a Caracas a hablar bien de Uribe con Chávez…

No me parece que un partido político en Colombia, en medio del conflicto que estamos viviendo, se deba involucrar si no es con la anuencia del Presidente. Se puede discrepar, esa es otra cosa. Pero es la cabeza del Presidente la que debe manejar esta cosa.

Le escuché a alguien la siguiente inquietud: usted es matemático, como Antanas Mockus. ¿Será que termina hablando tan abstracto como él?

En la próxima entrevista le voy a hablar de educación, ciencia, tecnología, innovación, emprendimiento y cultura.

¿Y de economía? ¿El tema está en el ‘penthouse’ de su edificio programático?

Tranquila, que a eso llegamos en este semestre. La campaña tiene sus tiempos. Y es un poco atípica, con una cantidad de candidatos, el uno pelea con la otra, hay un enredo muy grande. Y no hemos estado enredados ni un solo segundo. Empecé diciendo: voy con o sin Uribe, y listo. Ni uribista ni antiuribista, y listo. A la gente que me presiona para que diga, para que hable, yo le respondo: yo veré cuando hablamos y cuando decimos. Hay una angustia asociada con los temas del país, con la coyuntura, entiendo, pero estamos construyendo una propuesta y voy por el camino que toca. Por ahora viene ese otro paquete temático que le acabo de enunciar y me lo estoy saboreando. No estaría sentado aquí de candidato si no es por la convicción tan grande que tengo de que a eso es a lo que tenemos que apostarle. Ya llevo 20 meses caminando por el país…

Ya no camine más y siéntese un rato a concretar sus propuestas…

Hay que seguir caminando. Es emocionante: también preparo una propuesta de desarrollo de las regiones, que he trabajado con un equipo tremendo. Y después me dedicaré al tema del medio ambiente.

¿Y con respecto a mi pregunta sobre Mockus?

Quienes venimos del mundo de la ciencia y de la academia tenemos una característica especial: somos personas de conceptos y más viniendo del mundo de las matemáticas, aunque Mockus es más filósofo que matemático y yo más matemático que filósofo. Pero ambos venimos del mundo de los conceptos, de los argumentos, y sin duda somos muy idealistas, y esa creo que es una virtud.

Sí, ser idealista es bonito, pero no suficiente para gobernar.

Un empresario o un abogado llegan con una forma de entender el mundo y nosotros llegamos con otra perspectiva, que creo que el país necesita. Por ejemplo, la pedagogía es una característica permanente de nuestro trabajo y en particular del mío. Creo que el principal pedagogo del país debe ser el Presidente. La manera como habla, como trata o como dice alguna cosa tiene un impacto poderoso sobre la gente, por lo que yo voy a ser el primer pedagogo del país con mucho gusto y con mucho orgullo, porque soy un profesor y de esa forma entiendo la vida.

¿Y cuándo aterrizan los matemáticos?

Los matemáticos planteamos y resolvemos problemas. Si alguien sabe resolverlos, es matemático.

¿Usted cree que dos y dos son cuatro?

(Serio). No me pregunte eso. Y no vaya a ponerlo en la entrevista.

(Risas) ¿Por qué no? La pregunta no pretende ser irrespetuosa. Es que no soy matemática y será por lo que creo que no siempre dos y dos suman cuatro, especialmente en un país como Colombia, al que usted aspira a gobernar.

Mi especialidad son las lógicas matemáticas, y por consiguiente tengo la capacidad de entender diferentes universos donde otras cosas pasan. Lo que hacemos, antes de resolver un problema, es entenderlo muy bien. Y una vez que lo entendemos, sí empezamos a resolverlo. Fui alcalde de Medellín y todo fue problema-solución. Hay una frase muy dolorosa y que he escuchado en todas las partes del país, y que está asociada con una práctica política, que es la siguiente: ‘Todos son iguales. Prometen y no cumplen. Todos son unos ladrones’. Esa es una frase dramática, es una expresión popular que describe la política en esos términos y es fatal. Nosotros no hacemos eso. Cuando prometemos, hemos estudiado. Y nos tomamos más tiempo en las respuestas para dar una argumentación. Bueno, esa es una característica de quienes venimos del mundo de la academia. Colombia necesita más tiempo en las respuestas, más explicaciones, mostrar caminos distintos. Creo firmemente en eso.

Una curiosidad: ¿habría bombardeado el campamento de ‘Raúl Reyes’ en Ecuador?

Esa es una pregunta a la cual le he echado mucha cabeza. Y hay un problema muy grande en esa pregunta. Eso depende de cómo toma uno las decisiones. ¿Qué información tengo yo en la mano para responderle esa pregunta?

Básicamente, el señor ‘Reyes’ estaba en un campamento en territorio extranjero, manejando secuestros y relaciones internacionales. ¿Usted habría bombardeado?

Sí. Todavía me falta información, aunque los computadores de ‘Reyes’ han dado una cantidad. Esa es la trampa de todo esto. Antes de tomar una decisión hay que tener una información. El Presidente tenía una, que no sé yo cuál era. Pero para contestarle le voy a decir muy categóricamente: no se puede repetir este evento. El mismo Presidente lo ha dicho: nunca más. Esto fue una vez en la vida y no se puede repetir. No podemos entrar a otro país (…) Lo que habría hecho inmediatamente, y también estoy en el terreno de la hipótesis, era ir donde el presidente Correa personalmente y decirle: mire, pasó esto. Eso es lo que yo habría hecho, con la certeza de que nunca más se puede repetir este episodio. Esa es la manera como le doy respuesta a su pregunta.

MARÍA ISABEL RUEDA