Como ninguno, el profesor Angarita fue capaz de liderar la rebelión contra el formalismo magistral, la falta de participación crítica del estudiante, la distancia entre derecho y justicia social. Fue guía capaz de fomentar la creatividad con admirable inteligencia, calor humano, y contagiable humor y amor por la vida.
Muchos aprendimos a aprender y a disfrutar aprendiendo bajo la inspiración del Maestro. Como su alumno, monitor, estudiante de tesis, colega y compañero de iniciativas de sociedad civil, fui testigo de sus convicciones y obstinadas batallas por crear un nuevo derecho en el país. Un derecho que, a través de la modificación de contenidos legislativos y de la interpretación judicial, recogiera las nuevas tendencias de la integración económica, la defensa de los derechos humanos y de las minorías y, sobre todo, un Estado con soporte ético y garantizador de la equidad social. Muchos años después, con su actuación en la Constituyente de 1991 y su paso por la Corte Constitucional, el doctor Angarita tuvo la oportunidad de ser actor distinguido y ejemplo ciudadano de participación en el actual proceso renovador de contenidos y categorías jurídicas clásicas.
Rodeado de amigos, universitarios, jueces, empresarios, medios de comunicación, hombres y mujeres, Ciro, en los últimos instantes de su vida, nos emocionó a todos con su insistencia en la búsqueda de la paz que debía hacer la sociedad civil, el rechazo al cambio con violencia, la necesidad de organizar veedurías contra la corrupción, y el deber de defender la diversidad ecológica y cultural, así como a los más débiles. Su visión de país, su tenacidad y espíritu gozoso constituyen el mejor legado de este inigualable ser humano.
*Director ejecutivo de la Corporación Excelencia en la Justicia.
El Tiempo / 7 de octubre de 1997