¿Cómo ve el gobierno de Francia la situación de derechos humanos en Colombia?
Aquí tenemos una situación muy contradictoria, y no se puede tener una visión simplista de lo que sucede. Tengo una visión paradójica. Por un lado, tenemos verdaderos combatientes de los derechos humanos, ONG que tienen mucho valor, una justicia independiente, una verdadera cultura del derecho que se basa en una enseñanza de alta calidad.
Ustedes tienen procedimientos y valores como la tutela que no tenemos en Europa. Hay una práctica democrática en la que tienen elecciones desde hace 200 años. Pero por otro lado hay una persistencia de daños masivos a los derechos humanos, hay una práctica de la impunidad que es muy conmovedora.
Hay un sentimiento de abandono por parte de los desplazados. Hay una fractura social, que se percibe mucho, entonces es difícil hacer una síntesis de elementos tan contradictorios. Se siente que hay una voluntad de mejorar, pero que esa voluntad se encuentra con obstáculos tan fuertes que no logra mejorar la situación tanto como se requiere.
Entonces, la pregunta para nosotros es ¿cómo podemos ayudar? Incluso cómo juzgar, cómo apreciar, porque si juzgamos con base en los hechos, los resultados no son buenos, son malos, son insuficientes, y en este caso nuestra mirada hacia Colombia debería ser más severa, pero si nos basamos en los esfuerzos veo que hay muchos. Entonces, se quiere es más bien ayudar y no condenar.
¿Cuáles son los obstáculos por los que no avanza la defensa de los derechos humanos en Colombia?
Es una pregunta difícil porque se ven los efectos, mas no las razones. Me explico. Cómo un sistema de derecho tan refinado, una cultura jurídica tan arraigada, con profesiones judiciales tan fuertes e independientes, puede llegar a una impunidad tan alta. Cómo con un gobierno que reconoce de una forma tan abierta, con honestidad sus debilidades, se puede poner un alto a las violaciones más graves y hacer que los casos más emblemáticos sean juzgados y condenados.
Pero si voy hasta el fondo de mi pensamiento en los interrogantes, no está solamente el Gobierno sino también me pregunto acerca de la sociedad colombiana misma. Después de los ‘falsos positivos’ -sé que la prensa se movilizó y eso es un elemento fundamental en los derechos humanos- no estoy seguro de que haya una indignación de la opinión pública lo bastante fuerte para tener una traducción política. No conozco suficientemente a Colombia para entender por qué tengo esa impresión, que de pronto es equivocada, pero que es mi impresión de una especie de resignación de la opinión pública, como si existiera implícitamente la idea de que, de todas maneras, no sirve para nada lo que podemos hacer.
¿Es decir que el Gobierno hace esfuerzos, la sociedad civil también pero la opinión pública no entiende el impacto político de defender los derechos humanos?
Sí, es tal vez una hipótesis. El Gobierno hace esfuerzos pero constatamos que los esfuerzos no bastan, y me pregunto si lo que se hace tiene fundamento en el cuerpo de la sociedad. Hay una dimensión que me impacta también: cuando vemos cómo se atacan los derechos humanos en Colombia, y veo muchos ataques a nivel mundial -estuve en el Asia, en Palestina, en África, en Chechenia-, lo que me impacta de la situación colombiana no es solamente la violencia ni la pobreza, o los desplazamientos masivos, es la crueldad. En Palestina o en Israel no se descuartiza a la gente. Uno se define y se mira gracias a la mirada de los demás, y por eso se lo digo, tal vez para ayudar a sus lectores a concientizarse respeto de esa situación o de la imagen que eso proyecta, para tal vez provocar una introspección y una reflexión en ese sentido.
¿Cómo es el acompañamiento concreto de Francia en este tema?
La manifestación más concreta de este apoyo es que somos coorganizadores con otros países, y fuimos líderes de esas jornadas muy profesionales y emocionantes de diálogo entre una sociedad civil y una política. Eso me sorprende porque no ocurre con mucha frecuencia en el mundo. Nosotros hemos sido un país facilitador.
El papel de los amigos no es dar lecciones. En materia de derechos humanos Francia no puede dar lecciones porque también tenemos nuestras propias dificultades, pero tratamos de ayudarles. La Embajada de Francia está escuchando a los defensores de derechos humanos, los atiende, los escucha, los recibe, los aconseja dentro de lo posible, les da su apoyo, y cuando no es defensor de los derechos humanos y reciben amenazas de los paramilitares, como en los casos de Soacha, poder tener un lugar donde es escuchado es muy importante.
¿Cómo ve el tema de los ‘falsos postivos’?
Creo que es uno de los aspectos más chocantes. Voy a dar una opinión personal, y es que hay algo que siento cuando recorro el mundo y que veo evolucionar de manera positiva en los últimos años y es la intervención de la justicia internacional cuando las justicias nacionales no han podido enfrentar los retos de la criminalidad.
Es muy temprano para decir si la justicia internacional va a estudiar próximamente el caso de Colombia, pero creo que si no hay una respuesta fuerte, con resultados significativos, llegará algún día en que la justicia internacional, la fiscalía internacional se interesará en la situación en Colombia como se ha interesado por la situación en Israel, Sri Lanka o en otros países.
¿Estamos hablando de la Corte Penal Internacional?
No específicamente en el caso de los ‘falsos positivos’. Hay desapariciones forzosas y lo que me impacta mucho, tal vez me equivoco, es poner por un lado la sofisticación del aparato judicial, que está muy por encima de lo que puedo ver en otras partes del mundo, frente a unos resultados tan pobres.
¿Es decir que pese a la voluntad del Gobierno para asumir los casos de los ‘falsos positivos’, no se hace nada?
No puedo decir que no se hizo nada, sino que los resultados en términos de demandas judiciales no me parecen suficientes. Persiste demasiado la impunidad, demasiada gente escapa a la justicia, pero no estoy seguro de que no haya una voluntad del Gobierno. Tal vez esa voluntad no es lo bastante fuerte, no está compartida por el cuerpo social. Ahí está la importancia del papel de los medios, la clase política y los líderes de opinión.
¿Qué opina de las interceptaciones ilegales en Colombia?
No puedo darles lecciones. Esos casos han ocurrido en Francia e intervinieron los tribunales y hubo sentencias y eso ocurrió hace poco. No puedo pretender que nosotros no podemos equivocarnos, pero el papel de una democracia madura es poder sacar las conclusiones de sus errores.
¿Y los ataques a los sindicalistas y defensores de derechos humanos?
Eso da una imagen catastrófica en Francia. Por eso para nosotros es muy importante saber que la Embajada de Francia acompaña, apoya moralmente y trata de protegerlos.
A su juicio, ¿cómo ha abordado el presidente Uribe la defensa de los derechos humanos?
Me queda difícil responder esa pregunta. Creo que ustedes tienen una situación que para cualquier presidente es difícil. Hay una violencia cultural arraigada. Es un país que no permite una presencia y un control permanente del Estado por las condiciones geográficas. Hay fuerzas del mal como los narcos, que son terribles.
Afortunadamente no tenemos eso en Francia. No podemos juzgar, pero lo que veo son esfuerzos reales, pero que no han permitido que la situación cambie mucho.