Si es de los que piensa que contratar a una niña campesina para hacer las labores domésticas en su casa es una obra de caridad o que ayudarle a una amiga a conseguir un marido extranjero por internet es una forma de ayudarle a mejorar su vida, está equivocado.
Lo que es peor, podría estar fomentando uno de los delitos más abominables que se presenta en el mundo: la trata de personas.
Un delito que se ha asociado a la prostitución pero que tiene otras formas igual de infames pero menos conocidas, como la adopción irregular, el reclutamiento forzado para grupos armados, la explotación para mendicidad, la servidumbre, los trabajos forzados y el turismo sexual.
Hoy, cuando la Oficina contra las Drogas y el Delito de las Naciones Unidas (Unodc) presente su estudio sobre el fenómeno de la trata de personas en el país, también se podrá observar que el narcotráfico y el conflicto armado alimentan esta práctica ilegal.
La investigación realizada por la Universidad Nacional muestra que las mujeres son las más afectadas por estas prácticas, pues constituyen el 53 por ciento de las víctimas registradas, mientras el 8 por ciento son hombres. El 60 por ciento tienen edades entre los 7 y los 18 años.
El estudio muestra que en Medellín algunos adolescentes fueron reclutados por grupos armados ilegales no solo para realizar actividades de inteligencia o manejo de armas, sino que se les asignó para la explotación sexual y el servicio doméstico.
En este solo caso se configura la trata en la forma de reclutamiento, la explotación y el trabajo forzado.
A esto se suma la utilización del cuerpo de las mujeres no solo como botín de guerra sino como herramienta para el tráfico de drogas, por eso guerrilla, paramilitares y narcotraficantes ya no solo controlan territorios, sino que han entrado en el negocio de la cirugía estética.
Delito socialmente aceptado
Hay formas del delito que tienen aceptación social. Una de ellas es la servidumbre, que afecta a niñas que son empleadas para realizar labores domésticas.
En Antioquia y el Eje Cafetero, buena parte de las víctimas son oriundas del Chocó que trabajan a cambio de la comida. En Pasto, las niñas reciben un salario que oscila entre los $50.000 y los $80.000 mensuales.
El matrimonio servil, aunque suene a práctica del siglo pasado, todavía se presenta en Cali donde mujeres jóvenes y adultas son vendidas por sus padres.
A esto se suma las jóvenes de Antioquia y el Eje Cafetero que, atraídas por propuestas matrimoniales de extranjeros publicadas a través de internet, son víctimas de maltrato en el exterior.
Lo grave es que a veces cuando acuden a los consulados a realizar las denuncias, estas no son tenidas en cuenta porque no se les considera como víctimas de trata.
La adopción irregular es una práctica que se presenta con frecuencia en el sur del país. En Ipiales, se revisa con detenimiento la legalidad de los documentos de los niños que son llevados a Tulcán (Ecuador).
El Colombiano / 31 de marzo de 2009