Colombia ha contado y cuenta con juristas ejemplares. Varios de ellos fueron sacrificados en el Palacio de Justicia en pleno trabajo y muchos otros son jueces probos y anónimos que aplican la ley pese a que los presionan, intentan corromperlos, los amenazan y hasta los matan. La magistratura se enaltece con capítulos valerosos y sabios, como la lucha contra la parapolítica. Así, pues, no voy a generalizar ni me referiré a los abogados intachables que iluminan la legalidad y han dado algunos de nuestros pasos más firmes en el camino de la civilización.
Hablo de los otros. Los que andan al acecho de indemnizaciones inicuas y se prestan para corromper la aplicación del Derecho. Los que emplean sus conocimientos para burlar la ley, no para acatarla. Los que carecen de ética y hacen de la trampa una profesión. Hay noticias que deberían convocar una alarma nacional:
* La Procuraduría destituye e inhabilita a 14 notarios por presentar trabajos académicos plagiados (4/6/2012).
* La Fiscalía desmonta un carrusel de demandas contra Invías que 37 jueces favorecían con indemnizaciones multimillonarias en pleitos prescritos o de jurisdicción ajena (15/11/2011).
* Prestantes constructores denuncian que la ingeniería pública está secuestrada por “un ejército de abogados” que ganan millones mediante un entramado de contratos donde siempre pierde el Estado (29/5/2010).
* El Consejo Superior de la Judicatura investiga “una avalancha de 12.000 denuncias de embargos irregulares” y destapa “una red de corrupción en la que aparecen servidores judiciales, políticos y abogados”. (26/2/2011).
* La Nación intenta tumbar 14 pensiones irregulares por 13.000 millones de pesos que cobraron, entre otros, exmagistrados auxiliares (13/6/2012).
Sobran abogados y muchos están preparados perversamente. En Colombia hay 72 facultades de Derecho con 70.000 alumnos, según el sociólogo Mauricio García Villegas. Otro profesor, Nelson Vanegas, anota: “Luego de leer las marrullas (…) en Foncolpuertos, Cajanal, el Seguro Social, etc., me pregunto ¿qué abogados estamos formando?”.
Más juristas dignos y menos tinterillos: esa es la reforma que necesitamos.
Daniel Samper Pizano