Bogotá, 20 de julio de 2020. A continuación, se reproduce la columna de nuestro director ejecutivo, Hernando Herrera Mercado, publicada en El Tiempo. El texto fue tomado de su página web.
Ambos dedos, índice y pulgar, tienen una característica motriz conocida. Mientras que el índice posee la funcionalidad de servir para señalar, el pulgar está anatómicamente diseñado para manipular o agarrar objetos. Y si hablamos de dichas falanges y de la mano que integran, es para arribar al caso de otro pulgar, el del senador de ese apellido, Eduardo Pulgar, a quien se le indaga por un presunto ofrecimiento de dinero al juez promiscuo municipal de Usiacurí, Atlántico, Andrés Rodríguez, para buscar un supuesto favorecimiento en un proceso a favor de un tercero.
Pareciera entonces, a la luz de las escandalosas grabaciones dadas a conocer a la opinión pública, que, como su par anatómico, el Pulgar congresista también intentó manipular, y peor aún, aparentemente sobornar a un funcionario judicial. Con lo cual, y por así decirlo, este Pulgar habría sido sorprendido no solo por hincar esa sola tenaza, sino toda su palma, y de paso permitir concretar con ello precisamente la expresión: sorprendido ‘con las manos’ en la masa.
Pero frente a ese Pulgar se empina un índice, como un dedo que señala, y que en este caso es erguido por un juez que se resistió al embate, demostrando que la presunta oferta de un puñado de mal habidos billetes no vale más que quilates de decencia. Ese índice acusa, y a él lo acompañamos, solidarios, como prueba incontrastable de que el alma de nuestros jueces es, a la manera de describir Platón a los seres humanos en el mito de los metales, hecha a base de metal incorruptible. Su índice, señor juez, es de una justicia que clama dignidad frente a los coqueteos, la sujeción y la presión de los inmorales y los chantajistas o extorsionadores de turno. Ahora esperemos que las indagaciones abiertas contra Pulgar, una penal y otra disciplinaria, arrojen frutos pronto y respondan al desafío de continuar depurando la política de rémoras, o como diría el tango ‘Cambalache’, de chorros, maquiavelos, caraduras o polizones.
Es igualmente exigible que el partido de ‘la U’, casa electoral de Pulgar, no luzca ahora como una mera máquina de avales, o eventual cómplice de las fechorías que se atribuyen a uno de los suyos, y entonces prevalezca la contundencia que para estos sucesos, uno supone, debería tener su Comité de Ética. Conservemos entonces una pizca de ilusión a ese respecto, desechando el presagio de que la solidaridad de cuerpo arrope la impunidad; aunque me temo que en ocasiones, como señala la poesía del maestro Porfirio Barba Jacob en su inmemorable ‘Canción de la vida profunda’: “Hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, como en las noches lúgubres el llanto del pinar”. Sería pues francamente insólito que frente al grotesco episodio que involucra a un ‘Pulgar’, paradójicamente, las directivas y bancada de ‘la U’ no hagan cosa distinta que ‘lavarse las manos’.
Someter a la justicia y a la ética las actuaciones de los políticos es consustancial a la exaltación de los mayores valores de la democracia, a fin de que no se genere una injustificada inmunidad, permisividad o contubernio con la maña, el delito o con las prácticas irregulares. Lo contrario es minar la credibilidad de las instituciones, y subir en hombros al bribón para homenajear sus punibles o añagazas. Ejemplos de aquello pululan; que decir del desafortunadísimo episodio acaecido en Argentina, donde las masas justicialistas se manifestaban a favor del dueño del régimen con la indecorosa e impúdica consigna que clamaba por la impunidad: ‘Ladrón o no ladrón, queremos a Perón’.
Entretanto, señor juez, mantenga su índice firme y acusando; ese índice que convirtió en alfeñique al omnívoro pulgar; y, así, volviendo a las metáforas con las manos, nosotros continuaremos aplaudiendo su dignidad de pie, y con ‘ambas palmas’; y, adicionalmente, exigiendo que frente al bochornoso episodio de este Pulgar, a la justicia no le ‘tiemble la mano’.
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