No obstante, la crítica sobre lo realizado es espontánea porque se olvida fácilmente en dónde estabamos en 2005. Entonces teníamos unos jefes paramilitares poderosísimos, delinquiendo a sus anchas aún; miles de madres buscando a sus hijos desaparecidos sin esperanza de hallar a ninguno; boyantes para-partidos surgidos del voto forzado y el terror; y la verdad de los sucedido era aún un gran cielo negro, con apenas unas lucecitas brillando aquí y allá.
Es cierto que nos falta mucho para conocer toda la verdad, pero también lo es que en los últimos cuatro años hemos podido mucho más verdad sobre la guerra colombiana que en todo el tiempo anterior, gracias en gran parte a los procesos judiciales que llevaron a decenas de desmovilizados a confesar sus crímenes y a señalar sus cómplices. Estos procesos a su vez alimentaron los procesos judiciales de para-politica que destaparon otras muchas verdades. Y todos estos miles de expedientes judiciales le han dado pistas al periodismo, a la academia, a las organizaciones civiles e incluso a los artistas a indagar más allá, a contar, y revivir lo que nos pasó para que no nos pase otra vez.
Es cierto que ha habido pocas condenas y que muchos paramilitares culpables de delitos de lesa humanidad ni siquera están presos. Los ‘paras’ lo hicieron trampa a ala oferta de paz e intentando bloquear a la recién creada Unidad de Justicia y Paz de la Fiscalía postularon a más de 3 mil para que los cobijara la Ley de Justicia y Paz. En realidad no postularon a todos los que sí eran criminales de lesa humanidad ni todos los postulados eran criminales peligrosos.
No obstante, ha habido un salto gigante en materia de justicia. Sin esas 1800 versiones libres de los desmovilizados que le han permitido a los valientes fiscales de Justicia y Paz y de Derechos Humanos procesar masacres, desplazamientos, reclutamiento forzado de niños, violaciones a mujeres, crímenes a personas protegidas como los cometidos en contra indígenas, militantes de la Unión Patriótica, periodistas, sindicalistas y defensores de derechos humanos, hubiera habido la más absoluta y vergonzosa impunidad.
Veinte mil asesinatos que no tenían responsables sindicados se han podido comenzar a investigar o incluso se han esclarecido ya.
Igual de impunes hubieran quedado los cientos de políticos que están hoy presos, y tampoco habría justicia para los muchos militares que ahora están respondiendo por haber alentado, armado y auxiliado a los ‘paras’ en su carrera de terror.
Es cierto que el Ejecutivo ha querido salir de las víctimas con unos giros, y bloqueó un ley que al menos intentaba reconocer sus derechos y la responsabilidda del Estado por no haberlas protegido. Pero sin Ley de Justicia y Paz no se hubiera desarrollado todo un engranaje institucional de atención a la víctimas en Procuraduria, Defensoría, Presidencia. Y quizás sin ese aire, ese espacio aunque sea reducido, tampoco se hubieran creado las decenas de organizaciones de víctimas y la movilización social en su favor.
Y la reparación a la víctimas no es solo económica. La acción de las autoridades de Justicia y Paz y muchas otras organizaciones civiles las han acompañado a escuchar las dolorosas verdades en los juicios, les han dado apoyo sicológico, asesoria judicial, respaldo a sus proyectos para arrancar una nueva vida… Miles aún no han recibido ayuda alguna, pero antes de la Ley la proporción era mucho menor.
Reparación también es recuperar a los desaparecidos. Las confesiones de los desmovilizados y la acción de la justicia les han permitido a 500 familias encontrar los cuerpos de sus desaparecidos y hacer por fin su duelo. Otras 1600 cuerpos recuperados en fosas comunes están en proceso de ser identificados.
Entonces está bien que lluevan las críticas sobre el proceso que desató la Ley de Justicia y Paz porque eso lo hará mejorar. Sobre todo es urgente enfrentar con una solución política el enorme atascón de la justicia que de seguir como va tomará cien años procesar a todo el mundo. Esa fue una debilidad de inicio de la Ley que le dejó gran parte de la tarea política a la justicia y la avasalló.
Pero está mal que olvidemos lo mucho que se ha conquistado y crecido como sociedad en este doloroso proceso. Las fundadas críticas no pueden perder esto de vista.