Los dos casos más recientes fueron los de Alexandra Correa Pérez, una joven de 26 años condenada a una pena igual a su edad por homicidio y porte ilegal de armas, que amaneció el pasado miércoles colgada de una sábana en la ventana de su celda en la cárcel de mujeres de Valledupar, y el de Ómar Espitia, quien el 18 de agosto pasado hizo lo mismo en su celda en la cárcel La Modelo de Bogotá.

Según la Defensoría, Correa llevaba 500 días en una celda de aislamiento en el pasillo de seguridad de la torre 9 porque tenía problemas de convivencia. Ante su agresividad, que según expertos era producto de su estado mental, había sido separada de las demás internas. Se indaga por qué no estaba en el anexo siquiátrico.

“El día antes de su muerte, Correa le había pedido al Inpec que la trasladara a Medellín, donde vive su familia”, dijo la Defensoría en Valledupar. La entidad agrega que semanas antes había solicitado al centro carcelario que enviara a Correa y las otras internas en aislamiento a Medicina Legal, para una revisión médica y psiquiátrica.

El Inpec, por su lado, asegura que ha tomado las medidas pertinentes, como la creación del programa ‘preservación de la vida’ y la ‘red de servidores penitenciarios’ para detectar a internos con estos problemas. Además, avanza en un estudio con la Universidad Nacional que les permitirá detectar a la población en riesgo. De acuerdo con el Instituto, el 0,3 por ciento del total de la población en las 139 cárceles del país, es decir, 240 entre 80 mil– ha tenido intentos de suicidio o autoagresiones.

Los estudios previos arrojan que los hombres son los que mas atentan contra su vida (consecuencia de que hay más hombres que mujeres privadas de la libertad), y que la modalidad más usada es el ahorcamiento en la celdas, aunque el uso de armas de fabricación carcelaria, también está entre en las estadísticas.

Fuentes en las cárceles cuentan que es común que presos se corten las venas o se traguen las cuchillas de las máquinas de afeitar para provocar hemorragias internas. También recurren a golpearse contra los barrotes y contra las paredes de la celda hasta casi quedar inconscientes.