Más de 400 personas, la mayoría estudiantes o recién graduados de colegios y universidades, cumplieron la cita y se agolparon en uno de los costados de la estatua del Libertador Simón Bolívar levantando en sus manos objetos a los cuales, según ellos, son ‘adictos’: CDS, películas, libros y cámaras de fotografía, entre otros.
Solo unos pocos se atrevieron a exponer los ‘porros’ con marihuana armados en papel de arroz o de cigarrillo.

“Aquí somos pocos los que damos la cara, pero detrás nuestro hay mucha gente que merece que se le respete la libertad individual”, dijo Graciela Polanía, socióloga de la Universidad Nacional, señalando a varios de los asistentes.

Mientras tanto temas musicales alusivos a la jornada servían de fondo a las arengas de jóvenes como Felipe Pineda. Este publicista, de 27 años, lamentó el ataque que se ve venir contra la sentencia C-221 de 1994 que declaró inconstitucional la Ley que penalizaba la dosis mínima de marihuana.

“No queremos un tribunal de consumo”, exclamó.

Y preguntó: “¿Cuántas cárceles se necesitan para acabar con el problema de la droga?”.

Mientras una de las activistas pedía por el micrófono que ninguno de los jóvenes que habían traído al acto un porro de marihuana, lo prendiera, entre la muchedumbre se alzaba una que otra nube de humo. Al fondo sonaba la canción de Pernet Huele a ‘maracachafa’.

Alejandro Gutiérrez, uno de los creadores del grupo que convocó el plantón a través del Facebook, declaró la jornada como un éxito y dijo que “cumplimos con el objetivo de poner el tema sobre la mesa y que también nos escuchen a nosotros”.

Mientras tanto, el senador Armando Bendetti, llevó una Constitución y dijo que se trataba “de una dosis mínima de leyes”. A su lado estaba el representante Wilson Borja, del Polo, quien llevó una copa con vino y dijo que esa era su “dosis diaria”.
Por su parte Carolina, una rubia delgada de 19 años, mostraba orgullosamente dos ‘cachitos’ sin prender, a pocos metros de ella se llevaba a cabo una pelea simbólica.

De un lado estaba un joven con guantes de boxeo vestido con una camiseta en la que se leía la palabra ‘Democracia’. Y en el otro, su oponente, con camiseta azul, representaba la represión. Al final de la breve pelea ganó la democracia por ‘nocaut’.

El Tiempo / 27 de marzo de 2009