Por: Fernando Londoño Hoyos
A alguien se le metió en la cabeza que no hay otro colombiano capaz de ejercer ese cargo, que no sea el doctor Camilo Ospina. Lo que ya nos pone en el maluco camino de las sospechas. Máxime cuando se sabe que de Derecho Penal el doctor Ospina solo sabe que no sabe nada.
Por muy cordial invitación del Presidente de la República al pueblo colombiano, de cuyo número somos, vamos a participar en el debate sobre la elección de Fiscal General, que se ha convertido en uno de los más arduos y menos edificantes de los que sostienen los poderes públicos por estos días.
Nada mejor que la Historia para poner las cosas en su sitio. Lo que podemos hacer porque durando ya tanto este Gobierno, sus antecedentes son en ciertas materias de veras iluminantes, como alguien dijera. La cuestión del Fiscal se propone cuando acaba de dejar de serlo el anterior, que Dios intente guardar. Porque ha sido uno de los peores sujetos que podamos recordar en cargo de parecida alcurnia. Y eso, en un país que padeció ocho años como Procurador a Edgardo Maya Villazón. Pero el Ministro Pretelt quiso tener Fiscal de bolsillo, que para bolsillo estaba bueno Iguarán Arana. Lo demás sobra en estas líneas, cuando lo hemos dicho tanto.
Ahora parece que repetimos el curso. Porque a alguien se le metió en la cabeza que no hay otro colombiano capaz de ejercer ese cargo, que no sea el doctor Camilo Ospina. Lo que ya nos pone en el maluco camino de las sospechas. Máxime cuando se sabe que de Derecho Penal el doctor Ospina solo sabe que no sabe nada. Si a eso le añadimos que es traidor probado, como lo demostró cierta noche nefanda, en la que se metió a la Imprenta Nacional para robarse el Referendo, sin que se haya descubierto para qué o para quién. Y si se agrega que no hay militar que lo recuerde con respeto, porque les arrebató el fuero constitucional que les pertenece y si se remata con su pobrísimo actuar en la OEA y luego con la defensa que de su nombre hizo Víctor Carranza en página completa y paga de EL TIEMPO, estamos hechos. Pero con tan malas cartas de presentación, el Presidente se hace moler a palos por ese personaje. Lo que no tendría nada de objetable, si fueran las costillas de Presidente las que recibieran la tunda. Pero cuando la paliza es para la Nación entera, tenemos derecho, cuando menos, a pedir explicaciones.
Insistimos en que la señora Virginia Uribe es toda una dama. Lo que es buena condición, pero no suficiente para meterse en la cueva de leones que es la Fiscalía, a batirse con todo el crimen, organizado o por organizar, sin la menor idea de esa áspera materia. Y el Magistrado Velilla, por lo poco que hemos podido averiguar, es una querida persona, de muy frágil carácter y altamente especializado en Derecho Mercantil. Nadie lo objetaría como Director de una Cámara de Comercio.
El Presidente ofrece papaya y la Corte acude a comérsela. El Presidente dice que lo suyo es Constitucional y la Corte replica que también lo de ella, como que nadie la obliga a nombrar un Fiscal mediocre, incapaz o de bolsillo. Los dos tienen, formalmente la razón. Nada tan parecido a un nudo gordiano.
Nadie entiende, a estas alturas, por qué el Presidente no presenta una terna de tres, lo que ya sería mucho. Por qué no incluye una mujer de altísimas calidades y docta en la materia, para dejar constancia de que no han de ser ellas lindos adornos para un requisito legal. Y por qué no elige penalistas de pulcra trayectoria, maestros en la materia, curtidos en la criminología e insospechables en su conducta. Camilo Ospina puede ser tan amigo suyo como quiera, pero no basta todo ese torrente de afecto para aplacar este incendio. Lléveselo de regreso a Palacio o mándelo Embajador al Vaticano, que el Papa lo tendrá en más que la Corte.
Pasan los días, las semanas y los meses. El Fiscal Mendoza hace lo que puede, que es muy poco. La Fiscalía no sale de la postración en que la dejó el anterior ternado, quien también cumplía todos los requisitos constitucionales. Menos el de ser capaz de ejercer el cargo. Que no es un requisito escrito. Pero que como el de ser imparcial, honesto y digno, se da por supuesto. Aquí dejamos estas líneas. Escritas con amor a Colombia, pero con la dolorosa convicción de que tampoco servirán de nada.
La Patria / 03 de noviembre de 2009