Notas de Buhardilla
Por: Ramiro Bejarano Guzmán
MIENTRAS EL PAÍS SIGUE ARDIENDO por cuenta de las esquirlas que diariamente revienta Uribe unas de su mano y otras por boca de unos parlamentarios sumisos que cumplen funciones de sicariato moral, como Efraín Cepeda y Mauricio Lizcano, silenciosamente se adelanta el proceso para reemplazar a seis de los nueve magistrados de la Corte Constitucional.
Esos seis nuevos funcionarios serán elegidos por el Senado uribista de seis ternas que deberán integrar Uribe, la Corte Suprema y el Consejo de Estado, a razón de dos ternas cada uno.
Bajo el sugestivo nombre de "Elección Visible", la Corporación Excelencia para la Justicia (CEJ), aliada con doce entidades, dice ejercer una veeduría a Uribe, a la Corte y al Consejo de Estado, para "monitorear los niveles de transparencia en el proceso de conformación de listas y ternas y de elección de los magistrados de la Corte Constitucional".
¿Será posible o al menos creíble que se pueda ejercer un ápice de control sobre las dos ternas que deberá integrar Uribe? Lo dudo, tanto más si hacemos memoria.
El último magistrado que llegó a la Corte Constitucional fue Mauricio González Cuervo, un abogado que jamás había brillado en ninguna actividad, ni siquiera en la dirección de la CEJ, pero que por cuenta de poderosas influencias, fue nombrado Secretario Jurídico de la Presidencia. Con ese trampolín tan propicio, el ex subalterno presidencial se lanzó a la Corte Constitucional, y allí anda navegando sin lucirse, entre otras cosas porque como lo vaticinamos, ha tenido que declararse impedido para intervenir en muchos asuntos, por haberlos manejado previamente como jefe jurídico de Palacio o director de la CEJ.
Si la más reciente experiencia indica que Uribe pudo solito meter en una terna a uno de sus más cercanos servidores para que se convirtiera en magistrado de la Corte Constitucional, ¿qué hace pensar que en esta ocasión sí va tolerar que la CEJ o alguien más vigile el proceso de integración de dos ternas más? Nada ni nadie detendrán a Uribe en su determinación de llevar más amigos cercanos o de su entorno político, para que le "presten" el servicio a la Nación y de paso a su gobierno y a él mismo.
Ya que la CEJ no podrá hacer nada ante el poder arrogante de la Casa de Nariño, debería al menos proponerles a quienes eventualmente sean incluidos en las ternas bien en las de Uribe o las que integrarán la Corte Suprema o el Consejo de Estado, que se comprometan públicamente a que si entre los incluidos aparece un subalterno o asesor de este gobierno, así lo sea o haya sido de un cargo o tarea insignificante, renuncie a su aspiración. Exigirles a los candidatos solamente que expongan sus hojas de vida o que no hagan campañas clandestinas, sin atarlos a un compromiso público, es una invitación a la burla.
De otro lado, la ampulosa veeduría que se anuncia en los medios, no puede ejercerse solamente a la Corte Suprema y al Consejo de Estado, como ha venido ocurriendo, sino, además de Uribe, a todos y cada uno de los aspirantes. Siendo éstos los que en últimas asumirán como magistrados de la Corte Constitucional, deberían ser los primeros en estar dispuestos a asumir la responsabilidad de declinar sus aspiraciones, si en ellos concurre el antecedente de haber servido en un Gobierno, que adicionalmente busca perpetuarse en el poder.
Y una cosa más, ¿por qué esa veeduría no se ocupó de la selección de los nuevos magistrados de otras cortes, en particular del Consejo de la Judicatura? Allá también ya hizo sus gracias Uribe, entregando las vacantes a los partidos de la coalición. Como van las cosas, la transparencia en la futura elección de los magistrados de todas las Cortes, más que una quimera, será otra de las mentiras de este régimen.