Hasta los más furibistas reconocen que la calidad de los miembros de la terna para Fiscal propuesta por el Presidente es entre regular y mala. Su argumento se reduce a reconocer que la terna es mala, pero que, aun así, la Corte está obligada a escoger uno. Sí, es cierto, el presidente Uribe puede obligar a la Corte Suprema a nombrar un fiscal malo y parcializado. Pero por la seguridad jurídica del país, de los suyos y de él mismo, también puede facilitar que se escoja uno bueno e independiente.

Para empezar, no sólo los candidatos de la terna son muy regulares, porque ninguno tiene suficiente conocimiento y experiencia en derecho penal, sino que, en la práctica, ni siquiera hay terna. Terna no es que haya tres, sino que los tres sean candidatos de competencias equivalentes que puedan competir, en igualdad de condiciones y calidades, por el cargo. Los propuestos por el Presidente no tienen entre ellos competencias y calidades equivalentes. Uno sobresale, el otro apenas se destaca y la otra no da para nada más que destacada asesora.

Ni siquiera en un cargo más privado que público, como la gerencia de la Federación Nacional de Cafeteros, permitió el Presidente que hubiera competencia entre tres candidatos de competencias y calidades equivalentes. También amañó esa terna para que fuera de uno. Pero algo va de la responsabilidad de vender café a la de decidir sobre la libertad, inocencia o culpabilidad de las personas, que es lo que hace un fiscal.

El Fiscal también debe ser independiente, es decir, debe tener los menores conflictos de interés posibles respecto a los temas y personas sobre las que tendrá que decidir. Ser conocido y de confianza del Presidente no es lo que resta per se independencia, puesto que ello implicaría el absurdo de que el Presidente sólo pudiera postular a desconocidos o de quienes desconfíe.

Lo que dificulta la independencia es que estamos en una situación política y judicial que de entrada pone al Presidente en serios conflictos de interés como nominador de los candidatos a Fiscal.

Decenas de políticos de la cauda uribista están investigados por vínculos con narcotraficantes y criminales, varios de sus ministros y otros funcionarios están investigados por corrupción y cientos de miembros de la fuerza pública, de la cual el Presidente es el Comandante en Jefe, están investigados por asesinatos y violaciones de los derechos humanos. Todas esas investigaciones las decidirá el próximo Fiscal. Esa situación, que no se inventó el Presidente y tampoco podía prever la Constitución y la Corte, pone a todos en la dificultad de garantizar independencia en medio de semejantes riesgos de conflicto de interés.

La Corte tiene que escoger de la terna que proponga el Presidente. Esa es su única opción. El Presidente, en cambio, tiene múltiples opciones. Puede retirar esta terna, puede proponer otra, puede hacer una terna de tres equivalentes y no de uno y dos rellenos, y puede postular candidatos que ofrezcan mayores garantías a todos y menores conflictos de interés respecto del Gobierno. Es el Presidente el que tiene opciones para mejorar su contribución a la elección de un buen Fiscal. Si no lo hace, la Corte no tiene más opción que escoger un Fiscal malo y parcializado. Pero ese resultado no es el único posible y es indeseable.

Si la justicia nacional no ofrece garantías, los procesos terminarán en la jurisdicción internacional, serán más largos e inciertos y, por lo tanto, más tortuosos para los intereses del país y de los involucrados. Ese resultado posible tampoco es deseable.

Ni la Corte ni el Presidente están obligados a elegir un mal Fiscal. El uno puede mejorar la terna y la otra puede elegirlo pronto. Ambos pueden respaldar al elegido y contribuir así a la estabilidad y la confianza. ¿Será mucho pedirles?

P.D. El concierto de Paz Sin Fronteras en La Habana no sólo fue emocionante, sino una gran lección de humanidad y sensatez por parte de todos sus participantes. ¡Te fajaste, Juanes!

Claudia López

El Tiempo / 22 de septiembre de 2009