Por: Cecilia Orozco Tascón
MUY IMPRESIONANTE LA PÁGINA entera del domingo pasado que Víctor Carranza contrató en El Tiempo para defender con sus dos apellidos al "doctor Camilo Ospina Bernal (de vínculos de amistad) que jamás han existido".
Muy impresionante por el costo económico -$73 millones, aunque eso es una bicoca para quien la ordenó-, y por el momento en que da a conocer su "comunicado a la opinión": cuando la Corte Suprema está a punto de decidir cuál de los tres candidatos del Presidente de la República merece ser el Fiscal General de la Nación. Menudo tema y menudos personajes.
Los asesores jurídicos que le escribieron el texto a Carranza argumentarán que hay tergiversación de la verdad y que medios y periodistas quieren "estigmatizar" al doctor Camilo. Dirán los abogados que su cliente del occidente de Boyacá sólo deseaba recordar que su vida ha transcurrido entre calumnias, concesiones que el Estado le ha garantizado desde 1957 para negociar con las esmeraldas y esfuerzos por mantener la paz en una región que no dominan sino él y sus ejércitos privados, en otra especie de concesión oficial ampliada que posee. Con todo, al señor Carranza, consentido en las penumbras de exclusivos círculos civiles y eclesiásticos, le quedará difícil hacer que se comprenda la oportunidad del comunicado.
Resulta extraño que a pocos días de sufrir un atentado de un comando de sicarios que lo atacó con "armas de alto poder" y del que saliera ileso gracias a la "protección de Dios y de las autoridades...", en vez de resguardarse como se les aconseja a los amenazados, llamara tan ostentosamente la atención. Un párrafo lo justifica. Aquel que coincide con el asunto cuya resolución es inminente y no da espera, es decir, la elección de Fiscal. "La relación con el doctor Ospina se limita exclusivamente al hecho de haber concurrido a reuniones públicas de carácter oficial en ejercicio de sus funciones como alto funcionario (sic) del gobierno... atendiendo instrucciones impartidas por el señor Presidente de la República en el consejo comunal celebrado en el municipio de Otanche...".
La coincidencia, en efecto, es muy grande porque la versión de Ospina es idéntica a la de Carranza. El primero sostuvo la semana pasada por interpuesta persona, y antes de que se supiera lo que iba a afirmar el segundo, que ellos dos sólo se vieron durante un consejo comunal presidido por el Jefe de Estado. Raro que sin haberse conocido ambos se acuerden con tanta precisión del único día en que eso sucedió.
En cualquier caso, no se sabe si es peor que el próximo Fiscal sea defendido por el dueño del aviso o que ambos confiesen que se encontraron en un acto oficial y que a los presentes les pareciera normal la permanencia de todos en el mismo sitio. Entre muchas otras inquietudes, no ya de orden ético sino práctico: ¿Carranza llegó al consejo comunal acompañado de su "departamento de seguridad"? ¿Al ministro de Defensa y a los escoltas presidenciales no les preocupó la vida del Primer Mandatario? ¿Cómo sabían que no iba a haber un ataque al Presidente y sus acompañantes? ¿Confiaban en que nada iba a pasar y por qué?
Veinticuatro horas antes de la declaración extrajudicial de Carranza, el columnista León Valencia reveló que escuchó por primera vez "el secreto a voces" de los presuntos nexos de los que se habla, por parte de "funcionarios de la Embajada de Estados Unidos". Sería bueno que el doctor Camilo y el señor Carranza se dirigieran a la sede diplomática, para que pregunten por qué allá opinan que es cierto lo que aquí está tachado como una mentira vil.
El Espectador / 28 de julio de 2009