Notas de Buhardilla

Por: Ramiro Bejarano Guzmán

¿TENEMOS LOS COLOMBIANOS DERECHO a que se esculque el pasado de los candidatos a Fiscal General?

Por supuesto que sí, tan amplia tiene que ser esa prerrogativa que los aspirantes a tan importante cargo no tendrían por qué molestarse si a alguien le da por indagar inclusive por sus vidas familiares y hasta por aspectos personales.

En los Estados Unidos por estos días se surte el proceso de ratificación de la abogada Sotomayor, nominada por Obama para ser magistrada de la suprema Corte, y allá los medios han hurgado toda la vida de esta señora y la de sus parientes más cercanos. A nadie se le ha ocurrido sostener el disparate de que por ser futura magistrada, es prohibido o siquiera mal visto que los medios se ocupen de su vida, honra y bienes.

Pues bien, en Colombia los vientos soplan al revés. Con ocasión de lo que se ha divulgado y discutido sobre los lunares negros de los candidatos a Fiscal, aquí está por acuñarse una teoría insólita e inmoral, que de abrirse camino cerraría las puertas al examen público que tiene que aprobar quien pretenda desempeñarse como jefe del ente investigador y acusador.

En efecto, conocidas las graves acusaciones de intento de soborno que comprometen al ex consejero de Estado Juan Ángel Palacio, sus amigos y correligionarios se han entregado a la innoble tarea de defenderlo con el argumento de que él es víctima de un complot, y que la prueba de todo es que, sólo ahora que es candidato a Fiscal, se conocen las denuncias en su contra. Según los defensores a ultranza de Palacio, el gestor de esta cruzada diabólica es el mismo Gobierno, porque de esa manera asegura el triunfo de Camilo Ospina.

Algo similar se agita en las toldas de Camilo Ospina, pues sus aliados también creen que contra su protegido hay una campaña sórdida, porque según ellos, es sospechoso que sólo hasta ahora los medios se preocupen por los impedimentos de este posible Fiscal, para investigar los temas más sensibles, o por sus supuestas relaciones con el esmeraldero Víctor Carranza. El propio Ospina ha dado señales de no ser muy tolerante, como lo demostró al responder a la revista Cambio, que esos eran cuentos de "bandidos". ¡Si eso es de candidato...!

La postura no es nueva. Ya la han ensayado otros personajes, como los hijos del Presidente, quienes muy orondos han salido a defenderse de las denuncias en su contra, invocando el fantasma de un complot contra el mandatario más popular de la historia, el mismo que sigue haciendo marrullas para hacerse reelegir como sea.

Lo sorprendente de este novelón de conspiraciones imaginarias para escudar faltas imperdonables, es que la prohijan inclusive mentes que suelen posar de lúcidas, a quienes les parece indebido que los medios rastreen a todo aquel que pueda convertirse en Fiscal. Si alguien se atreve, es porque hace parte de una oscura maniobra, tejida quién sabe con qué mezquino propósito político. En una frase, nada ni nadie puede tocar a estos semidioses de barro.

¿De modo que hablar mal de Ospina o de Palacio sólo hasta ahora es un complot? ¿Para cuándo, entonces, deberíamos ocuparnos de las audacias o extravíos de estos dos personajes, uno de los cuales en menos de una semana será el más poderoso de los compatriotas?

Ojalá la Corte Suprema de Justicia no sucumba a los cantos de esas sirenas que le piden soterradamente que se haga la de la vista gorda. Su primera sesión en la que postergó el nombramiento del nuevo Fiscal permite suponer que todavía no todo está perdido.

El Espectador / 26 de julio de 2009