Por: Fernando Londoño Hoyos

El humor popular, con frecuencia cáustico, ha dicho que las ternas y otras listas suelen estar hechas para uno solo. Con lo que no se halaga al que las hace, ni se felicita al legislador o al constituyente que acude a esos expedientes mixtos de elección.

Nadie ignora que el doctor Camilo Ospina es el amigo y funcionario predilecto del presidente Uribe Vélez. Tampoco ignoraba nadie que desde hace rato estaba resuelta la postulación de Ospina para ocupar el cargo de Fiscal General de la Nación, lo que a muchos nos pareció una equivocación monumental. Hasta ahí veníamos en un respetuoso pero franco desacuerdo, que habíamos tenido la sinceridad de no guardar. Pero nos quedaba la convicción de que a la hora de su probable despedida y tratándose de hombre tan grande y claro en todos sus actos, el Presidente no cometería el entuerto de mandar ante la Corte una lista en la que fuera, íngrimo, el nombre de su evidente preferido.

La terna presidencial traía el adorno de una mujer distinguidísima, llena de hermosas condiciones que no coincidían con las que son menester para un cargo tan complejo y decisivo como el que se va a suplir. Lo que nos parece que no está bien. A la mujer colombiana no se le pueden seguir rindiendo estos dudosos homenajes. Hay en el país no menos de una docena de candidatas óptimas para la Fiscalía. Si se nos apura, diremos que además de personas excepcionales, como la ternada, conocedoras a fondo del Derecho Penal, y que han entregado su vida a la tarea bellísima de administrar justicia en ese campo, tan apasionante como rudo, de la criminología y el derecho a castigar.

Quedaba el tercero en discordia, o si se quiere en concordia. Y aparece el nombre de alguien que tampoco tuvo dares ni tomares con la Ciencia de Carrara y de Ferri. Sorpresa universal y señal nueva de que la terna no traía augurios favorables. Pero un antiguo magistrado del Consejo de Estado y del Tribunal Contencioso de Antioquia, funcionario de las Empresas Públicas de Medellín, académico reconocido y escritor prolífico, producía la sensación de que la terna venía en serio.

Nos aguardaba lo peor para el final, como en las películas macabras. Quienes urdieron esta trama tenían en mano lo que el país entero ignoraba, habiendo debido saberlo. Y era una denuncia contra el doctor Palacio, elevada ante la Fiscalía que pretende ocupar, por un magistrado auxiliar del Consejo de Estado, quien lo acusa de ofrecerle dinero para comprar una sentencia. El texto de la denuncia es horripilante y lo tenemos porque pende del Internet de una empresa comunicadora especializada en conseguir filtraciones. Con lo que podemos adivinar de dónde viene esta.

Según lo que se dice, la noticia de esa monstruosidad la tenían el que era presidente del Consejo de Estado, el ex procurador Maya Villazón y, por supuesto, el Fiscal, pero no el sindicado. Mala cosa, pero peor que sobre la actuación recae una orden de archivo provisional, lo que quiere decir que la cuestión está muerta, pero viva.

Escribimos estas líneas sin que se sepa si el doctor Palacio insistirá en su candidatura o presentará la que creemos ineludible renuncia a que su nombre siga propuesto ante la Corte. En todo caso, la terna se redujo a uno, y en cuáles dramáticas condiciones.

No creemos posible que el Presidente estuviera al tanto de semejante desaguisado. Sin embargo, muchos estaban al corriente y tenían la bomba presta para el estallido. Y la han hecho detonar en la cara del doctor Uribe Vélez, de la Nación y de la fe que los colombianos tenemos en nuestras instituciones. El doctor Palacio tiene derecho a defenderse. El Fiscal, la obligación de explicar su curioso olvido de semejante incendio. El denunciante tendrá que afrontar su responsabilidad. Y el doctor Gil Botero no podrá escoger el camino del silencio. Los malos auspicios de esta elección superaron cualquier cálculo.

El Tiempo / 16 de julio de 2009