"Me preocupa mucho" que la Corte Suprema no haya sido capaz de elegir un presidente, dice Nilson Pinilla.

El presidente de la Corte Constitucional, Nilson Pinilla, con María Isabel Rueda.

¿Tienen razón todos los que dicen que esta Corte Constitucional que se acaba de renovar es uribista?

No lo creo. Por mandato constitucional, tres de sus integrantes son postulados directamente por el Presidente. Y los otros seis magistrados provienen de ternas de la Corte Suprema y del Consejo de Estado.

Es imposible elegir magistrados asépticos o ideológicamente inmaculados. Pero por los que se han venido eligiendo, ¿sí podemos suponer que esta Corte es de derecha?

¿Por qué no, si es una suposición? Pero no lo creo. Sus magistrados pueden tener tal o cual formación ideológica, filosófica, jurídica, pero cuando está de por medio la defensa de la Constitución, la decisión que se tiene que tomar es jurídica. A la Corte no llegan conservadores, liberales, uribistas. A la corte llegan juristas.

¿Juristas uribistas?

Para que el Presidente incluya a alguien en una terna lo mínimo que se puede esperar es que lo conozca, y lo conozca bien. Y sepa de sus ejecutorias jurídicas.

Le voy a contar lo que dicen de los dos últimos magistrados que acaban de escoger. Del doctor Jorge Pretelt, que viene de ser vicerrector de la Universidad Sergio Arboleda, de donde venían otros de los candidatos postulados; dicen que representa al ala más recalcitrante del conservatismo. Y de la señora María Victoria Calle se dice que es una recomendada del secretario jurídico de Palacio y ficha de Rodrigo Rivera...

El doctor Pretelt es egresado de la Universidad del Rosario y usted debe saber, como egresada, el peso que tiene esa universidad en el país. Está especializado en derecho administrativo e hizo un posgrado en defensa y seguridad nacional, y tiene una trayectoria académica impecable. A la doctora María Victoria Calle no la conozco; es egresada de la Universidad de Medellín, con maestría en derecho administrativo y tiene una especialización en derecho laboral. Lo que pasa es que la exigencia para ellos es muy alta, porque están reemplazando a dos gigantes, como los ex magistrados Marco Gerardo Monroy y Manuel José Cepeda.

A la señora Calle, con todo respeto, una jurista muy desconocida, la invité aquí para que nos informara a los colombianos acerca de su trayectoria, y disipara así las versiones sobre la injerencia politiquera de su elección. Mandó a decir que estaba muy ocupada.

Si alguien llega con esos antecedentes, que no afirmo que en este caso existan, le va a quedar muy difícil que falle con complacencias políticas, cuando los otros ocho magistrados que lo rodean van a actuar y pensar distinto.

¿Le preocupa a la Corte que una reelección presidencial altere el equilibrio de los poderes, y más ahora que vamos para una segunda?

Claro. Por supuesto. La Constitución está concebida para el período constitucional de cuatro años. Cuando este se dobla y eventualmente se piensa que puede llegar a triplicarse, pues se crean inquietudes. Por ejemplo, sobre la composición de la junta del Banco de la República, sobre las personas que lleguen a la Procuraduría, a la Fiscalía, a la Corte Constitucional. Cuando se altera el período de uno de esos servidores públicos se rompe el sistema de pesos y contrapesos.

Cuando la Corte anterior falló sobre la primera reelección de Uribe, dijo que por una vez no afectaba la esencia de la Constitución. ¿Ese fallo dejó dicho que una segunda reelección sí la afecta?

Ese es el entendido y así está en la providencia, pero ahora la reelección se busca por un mecanismo distinto, que es el del referendo. A la pregunta yo no puedo contestar de manera distinta a que hay que hacer un estudio muy cuidadoso a ver si más de una reelección pudiera llegar a alterar seriamente el sistema de equilibrios en los poderes públicos.

¿Pesaría a favor, ante los ojos de la Corte Constitucional, que la iniciativa de esta segunda reelección sea de origen popular?

Le respondo de manera general: el interés del pueblo debe ser atendido y se manifiesta por la votación directa, que es un sistema muy superior al sistema de la voluntad popular derivada a través del Congreso.

¿O sea que si el pueblo quiere una segunda reelección de Uribe, la Corte le va a dar gusto?

Solo le puedo contestar que es la misma Constitución -en su artículo 5- la que dice que el poder soberano radica en el pueblo. Y eso tiene todas las consecuencias que de ahí se puedan derivar.

¿Le preocupa lo que está pasando en la Corte Suprema, que lleva meses haciendo el oso tratando de escoger a un presidente?

Me preocupa mucho. Junto con otros ex presidentes de la Corte Suprema firmamos una carta pidiendo que se superaran las divergencias para no causarle daño al prestigio de la Corte.

Pues daño sí le han causado, y se pusieron furiosos con la carta.

Por supuesto que le ha causado daño porque algunos dirán que ni siquiera son capaces de elegir a su propio presidente.

¿A cuál de los dos candidatos que se disputan la presidencia de la Corte Suprema prefiere?

En este año, por rotación, el próximo presidente de la Corte deberá ser de la sala penal. Por sus méritos, vería con mucho agrado en mi mundo privado, en mi conciencia, que se eligiera a la persona de más trayectoria, que es el magistrado Alfredo Gómez Quintero. Lo digo sin ninguna clase de dubitaciones, porque es un hombre de carácter, de principios, de una gran solidez intelectual y, aunque eso no importa mucho, es el más antiguo de la Corte. Eso no significa de ninguna manera que esté tratando de influir en las decisiones de la Corte Suprema. Sencillamente, me siento obligado a resaltar públicamente sus méritos.

¡Ay! Después de ese comentario, en la Corte, que anda tan susceptible, son capaces de escoger al otro candidato como un gesto de independencia frente a presiones inexistentes. Ojalá no sean tan infantiles. ¿Se sentiría derrotado?

Yo no, pero sí vería que hay consideraciones distintas a las señaladas que pudieran llevar a esa escogencia.

¿Como cuáles?

Lo digo con mucho respeto: personalismos. Simpatías a alguien por razones distintas a su trayectoria, a su kilometraje, a su preparación, a su carácter...

¡Me está diciendo cosas!

Y póngalas tal cual las he dicho. A la Corte Suprema le corresponde hacer una introspección a ver si le conviene mandar el mensaje que le estaría mandando al mundo jurídico.

¿Al Consejo Superior de la Judicatura hay que borrarlo del mapa?

Este organismo fue muy mal concebido en la Constitución del 91. En la sala administrativa han venido gerenciando la justicia unos séxtuples que generan toda clase de dificultades en la toma de decisiones. La dirección administrativa de la justicia debería estar en manos de un gerente con una junta directiva.

¿Y la Sala Disciplinaria?

Esa sala es una institución altamente descompuesta, a la que han llegado políticos a disciplinar jueces y magistrados que actúan por intereses políticos de la región. Estuvieron tomando decisiones muy preocupantes. Ahora ha corregido un poco porque se sintieron escrutados.

¿Qué opinión le merece el caso del magistrado del Consejo Superior de la Judicatura José Alfredo Escobar, que anda demandando periodistas y con ello produciendo todo tipo de recelos acerca de su injerencia sobre los jueces?

Esa es una gran excepción que yo no puedo calificar. Pero usted sabe perfectamente que a los periodistas se les va la mano en los señalamientos. Recientemente, un columnista de Semana arremete infamemente contra una dama de la justicia, la doctora Luz Marina Díaz, haciendo insinuaciones que no son verdad, como que le nombraron a alguien con quien tiene una "bonita amistad" en la Fiscalía como pago de un favor. Ese señor que nombraron Procurador Delegado en lo civil es el mejor civilista que tiene Colombia actualmente.

Pero me tiene que aceptar que si dos personas que trabajan en la rama judicial tienen "una bonita amistad", en el sentido de que son pareja, y como tal sus actividades en la justicia tienen vasos comunicantes, pues tendrán que escoger cuál se queda en la justicia y cuál se pone a lavar platos...

No es verdad que por mantener una bonita amistad tenga que descalificarse al uno o a la otra. Yo también la tengo con la doctora Díaz, y no por eso me pueden hacer insinuaciones. Al señor lo nombraron porque tiene 35 años en el oficio.

Al columnista Daniel Coronell, que es el autor de la columna, le preocupa que el Procurador le esté pagando a la Magistrado, como se decía insistentemente que lo haría, el favor de haber dilatado el escogimiento del candidato de la Corte a dicho cargo, para que el entonces candidato Alejandro Ordóñez tuviera todo el tiempo del mundo para hacer su campaña.

Eso no es cierto. ¿Si la Corte se está demorando en elegir a su presidente, por qué no se va a demorar en ternar a su candidato a Procurador?

Para terminar, ¿usted cree que esta Corte Constitucional ha quedado muy bien integrada con sus 9 magistrados actuales?

Lo que le puedo contestar al respecto, con la imprudencia que eso implica, es que a la primera Corte Constitucional, la que se eligió en el 92, llegaron personas que muy rápidamente encontraron que la Corte era un camino para proyectarse políticamente y pudieron tomar decisiones movidos por cómo iba a impactar eso en la comunidad, y cuántos votos podrían obtenerse. Y me estoy refiriendo a casos muy concretos.

¿Como el del ex magistrado Carlos Gaviria?

Carlos Gaviria salió de la Corte Constitucional a ser senador de la República y luego candidato presidencial. Eso está mal. Alejandro Martínez salió de la Corte a ser candidato al Concejo de Bogotá, y en su campaña política se promovía como el ponente de reformas de profundo contenido social. Eso está mal. José Gregorio Hernández salió a ser candidato a la Vicepresidencia de la República. Eso está mal. Los jueces no estamos para tener aspiraciones políticas. Los abogados deberían aspirar a ser magistrados de las altas cortes como el máximo honor de su carrera profesional, y no utilizarlos como trampolines políticos.

Atrevidas, pero muy pertinentes y muy de fondo esas críticas. En una entrevista, el recién salido magistrado Jaime Araújo Rentería dijo que le escuchó decir a un magistrado en una discusión interna, que había que reelegir a Uribe cuatro veces. En privado dice que ese magistrado fue usted...

Pues eso es falso. No soy tan torpe para decir eso. Yo ni siquiera estuve cuando se discutió la primera reelección del Presidente.

Una última pregunta, abusando de su franqueza: ¿usted es uribista?

No soy uribista. No sé de dónde sacan esa afirmación.

Si usted ha sostenido en esta entrevista que tener simpatías políticas no debe alterar la imparcialidad judicial de un magistrado, ¿por qué no acepta lo que todos los analistas dan por descontado, o sea, que usted sí es uribista?

Porque no lo soy.

María Isabel Rueda
ESPECIAL PARA EL TIEMPO

El Tiempo / 30 de marzo de 2009