altPor: Elisabeth Ungar Bleier

“Cuando el poder político ejerce una función significativa en el nombramiento, ascenso y condiciones de servicio de los jueces se corre el riesgo de que los candidatos judiciales, así como los jueces en ejercicio, se sientan obligados a responder de manera positiva a las demandas de los poderosos. (…)

Los procesos de nominación justos, independientes y transparentes no sólo aumentan la independencia judicial, sino que también se inscriben dentro de un sistema de rendición de cuentas judiciales”. (Transparency International, Promoción de la imparcialidad en los nombramientos judiciales, documento de política de TI #03/2007). Si bien esta cita se refiere a los procesos de nominación y elección de los jueces a nivel general, su pertinencia para el proceso de elección del procurador general de la Nación que está en curso en Colombia es evidente.

Sin entrar a calificar las cualidades e idoneidad profesionales del actual procurador, y dejando de lado las críticas a su gestión por la supuesta influencia de sus convicciones religiosas en sus decisiones, tanto el proceso de su nominación como la campaña para su reelección son muy cuestionables. Aún sin conocerse los otros dos miembros de la terna, debido a la inexplicable demora del Consejo de Estado y del presidente de la República para nominar a sus respectivos candidatos, desde el momento de hacer pública su aspiración el hasta hoy único aspirante recibió el apoyo entusiasta de la gran mayoría de los senadores. Esto desnaturalizó el sentido de la competencia y de la equidad, pero además generó muchas suspicacias. En primer lugar, porque un buen número de los senadores, sus electores, tiene investigaciones en la Procuraduría. Y en segundo lugar, por clientelización de la campaña del procurador por el presunto nombramiento de familiares de los congresistas y de los magistrados de la Corte Suprema en la entidad a su cargo. Como quien dice, yo te elijo y tú me nombras.

Este episodio es parecido a lo que sucede con muchas telenovelas. Primero, porque transcurridos los primeros capítulos ya se sabe cómo va a terminar. Y segundo, por la estrategia del “alargue”, aun a costa del cansancio y el descontento de los televidentes. En el caso de la elección del procurador, ésta es la continuación del lamentable espectáculo de la fallida reforma a la justicia, cuando en desayunos y cenas “de trabajo” se pactaron los tristemente célebres ‘micos’ que finalmente llevaron a su hundimiento. Y donde las decisiones más importantes se tomaron detrás de los bastidores, sin que el director y su equipo se dieran cuenta.

Parafraseando la cita del comienzo, hasta ahora el proceso de nominación y elección del procurador general no ha sido justo, ni independiente, ni transparente. Y el poder político ha jugado un papel preponderante. Ojalá esto no se traduzca en que los implicados “se sientan obligados a responder de manera positiva a las demandas de los poderosos”. Y sobre todo, que esto no contribuya a disminuir el ya menguado prestigio del Congreso y de por lo menos un sector de la Corte Suprema de Justicia.