¡Cómo añoramos una Corte Suprema de Justicia independiente, en vez de una Corte que más parece apéndice de quienes quieren darle duro al Gobierno de Uribe, sin preocuparse de la desestabilización nacional, con tal de sumar voticos y adhesiones, aunque sean más frágiles y volátiles que un barquito de papel! ¿Cuándo volveremos a tener una Corte Admirable?
"El fin no justifica los medios", es la primera lección de la ética que debe regir a todo ser humano, a menos que alguien decida seguir las lecciones que da Maquiavelo al "Príncipe" para que logre sus objetivos a como dé lugar. Para que gobierne sin escrúpulos, porque su fin no es servir al bien común sino a mezquinos intereses muy personales y muy particulares.
Lástima que las acciones repetidas una y otra vez ante los micrófonos y las grabadoras por el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, abogado Augusto Ibáñez, y por el Vicepresidente de la misma corporación, abogado Jaime Arrubla Paucar, den la impresión de seguir al pie de la letra a Maquiavelo.
¿A qué figura principesca pretenderán servir, olvidando que en el Siglo XXI tal obsolescencia está condenada a ser simple figura decorativa de reinos ilusorios y de revistas de farándula que sólo se ojean cuando la mente cansada no quiere pensar?
¿Qué sentirán sus compañeros de la Corte que no están de acuerdo con su proceder y su atracción desenfrenada por un protagonismo mediático?
¿Qué sentirán quienes saben que la Corte Suprema de Justicia debería ser prudente, hablar por medio de sentencias y que el pueblo la respeta cuando se gana ese respeto?
¿Qué sentirán las familias de los Honorables Magistrados inmolados el 6 y 7 de noviembre de 1985 durante la toma cruenta del Palacio de Justicia, que acabó con una Corte Admirable que estudiaba con celo los expedientes de los narcotraficantes que se autodenominaban extraditables, expedientes que fueron destruidos por el fuego intencionado, atizado por quienes acabaron haciéndoles un favor?
Los colombianos no podemos sino sentir perplejidad al leer nuestra propia historia y saber que antes tuvimos una Corte inmolada, y ahora, una Corte a la que no parece importarle la institucionalidad y la existencia autónoma del país.
Perplejidad, al percibir que tuvimos una Corte respetada y respetable y que la de ahora podría producir vergüenza en los colombianos de buena voluntad, que son la mayoría. Perplejidad al percibir que teníamos una Corte proba y ajena a la politiquería y ahora, una Corte politizada y, por lo tanto, que no parece servir a todo un pueblo sino a quién sabe quiénes.
¡Cómo añoramos una Corte Suprema de Justicia independiente, en vez de una Corte que más parece apéndice de quienes quieren darle duro al Gobierno de Uribe, sin preocuparse de la desestabilización nacional, con tal de sumar voticos y adhesiones, aunque sean más frágiles y volátiles que un barquito de papel!
En Colombia hay enemigos de traje camuflado, escondidos en el monte o la ciudad, llámense guerrilleros, bandas, narcotraficantes. Pero hay otros enemigos más peligrosos porque son lobos con piel de oveja, visten unos trajes de muy buen corte y están agazapados bajo el rótulo de la institucionalidad. Sin embargo, están más camuflados que los otros y juegan sucio. Tiran la piedra y esconden la mano.
Mientras tanto, los vecinos, incómodos con la Seguridad Democrática, los guerrilleros, las bandas y los narcos ganan una batalla sin siquiera mover un dedo. Cruzados de brazos, como los compañeros solapados que todos hemos tenido en la escuela.
¿Dónde está el respeto por el Estado de Derecho? ¿Dónde, la preocupación por el bien común? Como colombianos nos duele el protagonismo mediático de algunos miembros de la Corte Suprema, la indiferencia de muchos líderes públicos y del sector privado, la soledad del pueblo y la soledad del Gobernante que se ha entregado a servir a su país. Si no luchamos por la institucionalidad, seremos testigos de la desaparición del país digno que soñamos.
Señores de la Corte Suprema de Justicia, no sean inferiores a su responsabilidad histórica de velar por la guarda de la Constitución y la Ley. No caigan en la tentación de ser actores de reparto de una mediocre telenovela.
El Colombiano / 26 de noviembre de 2009