tiempo.jpg

Por: Héctor Pineda S. *

Cuando las cortes (sobre todo la Corte Suprema y la Corte Constitucional) se pronuncian con el rigor de sus jurisprudencias, de un tiempo para acá la garrotera despiadada de algunos sectores (incluido el Gobierno) se desata.

Unas veces el 'aguacero de palos' se desgaja desde el confortable 'carcelazo' (cocineros, delicada jardinería, 'recochas' y festines), donde cumplen 'castigo' los ex congresistas implicados o condenados por delitos derivados de la 'parapolítica': "justicia politizada", "persecución contra los amigos del Gobierno", "dictadura de los jueces", son los comentarios desobligantes que, dicen, murmura la 'parapolítica' en La Picota; por los lados de los amigos e integrantes del Gobierno, la 'leñera' no amaina la intensidad: "justicia desbordada", "inaceptable pretensión de disminuir las atribuciones presidenciales", "jueces legisladores", etc., se escuchan desde los comunicados de prensa, las declaraciones ministeriales y en los discursos altaneros de funcionarios gubernamentales. Pareciera, por cuenta de la descarrilada lengua del presidente Uribe, que se quisiera 'embutir' a los colombianos en un altisonante Estado de patanería. Patanería, no otra cosa, es la perorata gubernamental.

Ahora, más allá de los pretextos visibles que se supone desabrochan la ira verbal del Presidente (la terna para Fiscal), tiene pertinencia indagar sobre las circunstancias que podrían explicar las tensiones entre los poderes y, así, evitar tragar entero el sapo de la 'bilis' gubernamental. En mi sentir, las razones, por una parte, emergen del ámbito de lo ordenado en el texto constitucional y, por otra, se derivan, sin equívocos, del desbarajuste que produce las cada día más desvergonzadas ganas reeleccionistas del presidente Álvaro Uribe.

Recordarán, entonces, que la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, para bien, abrió un nuevo diseño institucional de la Rama Judicial del Poder Público. Con renovado Tribunal de Tutela, con nuevas atribuciones y poderes, emergió una Rama dignificada. Entonces, cuando la Justicia actúa, y actúa bien, los otros poderes, omnímodos en el pasado, se sienten 'atortolados', eunucos. Pero, sano reconocerlo, la Justicia, no otro poder, es la que ha acertado en los alcances del Estado social de derecho y socorre, todos los días, a millones de ciudadanos en condiciones de extrema vulnerabilidad; es la Rama Judicial la que, en buena parte, ha evitado la impunidad juzgando con rigor a los implicados en la 'parapolítica' mafiosa; los jueces, aunque con algunas excepciones, asumen, sin complejos, los nuevos poderes que les otorga el ordenamiento institucional de la Carta Política. Entonces, la razón institucional, aunque disguste a algunos, está en la majestad de la justicia.

Por otra parte, es evidente que el 'precandidato' Presidente, 'paniquiado' por los posibles reparos que la Corte Constitucional, seguramente, le hará a la 'maltrecha' ley de convocatoria del referendo, no ahorra groserías contra los jueces. También, a veces, la lengua presidencial se desata como 'alfombra', debajo de la cual esconde la basura de los escándalos de corrupción (AIS); tampoco, por supuesto, se descarta que sea 'la tierrita' para tapar las sistemáticas violaciones de los derechos humanos ('falsos positivos'). Entonces, el verbal 'garrote' presidencial, para desgracia de la democracia, es el arma pendenciera para doblegar la dignidad de las cortes.

Pero lo más grave de la presidencial intemperancia verbal, más allá del 'fujimorazo', radica en la posibilidad de que el barullo sea aprovechado por la politiquería, la corrupción y otras 'malas hierbas' para agredir a los tribunales. Lo más probable, 'echarán mano' del disfraz de 'pequeña constituyente' para recubrir, con 'pastillaje' de legitimidad y legalidad lo que, sin duda, es patanería presidencial.

Alargue. Sin DMG ni trampas, Sergio Fajardo recogió setecientas mil firmas para inscribir su candidatura presidencial. La 'Selección Colombia', jugando limpio, recoge las firmas para 'clasificar' al Senado, golear la politiquería y eliminar la corrupción.

* Constituyente de 1991

El Tiempo / 09 de noviembre de 2009